por Pablo Hupert
el martes 20/10 a las 18.30 en el Estudio
Yo soy como soy, proclama la publicidad de Seven Up. ¿Pero cómo somos?
La subjetividad contemporánea es un enigma. Venimos, con Freud, con Foucault, acostumbrados a pensar el sujeto como producto de ciertas instancias que lo instituyen. Pero la sociedad actual, pródiga en novedades, no cuenta con instituciones semejantes. El malestar en la cultura ha trocado en bienestar, la escuela se haya en agónica crisis hace décadas, la cultura no es un orden simbólico, los papás no introducen la Ley, el trabajo, en estable precariedad, no identifica al trabajador…
¿Podremos pensar unas relaciones sociales que producen sujeto sin instituirlo? ¿Podremos pensar una dominación social que no domina?
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La sociedad ya no es lo que era, decía Ignacio Lewkowicz al comenzar a caracterizar la sociedad fluida. De la sociedad signada por la égida del Estado habíamos pasado a una signada por la égida del mercado. Bien, pero ya tampoco es eso. ¿Qué es?
Nacho nos hizo pensar la desconfiguración de la sociedad sólida. ¿Podremos pensar la reconfiguración fluida de lo social?
Resumiré así un recorrido en el pensamiento de la sociedad contemporánea, el recorrido que va desde la visión de una mercantilización extrema de las relaciones sociales a la visión de una imaginalización extrema de la vida. Comenzó cuando Ignacio Lewkowicz diagnosticó el pasaje del Estado al mercado. El recorrido siguió pensando la mercantilización general de la relaciones sociales. La radicalización del mercado no consistía solamente en que el Estado había dejado de regularlo, sino también en que el mercado ofrecía la matriz general de relacionamiento. Y empezábamos a encontrar que la matriz mercantil no se hallaba solamente en las relaciones económicas, sino en las relaciones políticas, las relaciones amistosas, amorosas y de todo tipo —ya se tratara de una actividad cultural, o de un torneo de truco, o de la elección de una carrera de estudios. La matriz era el intercambio, la contraprestación, y la subjetividad era la del consumidor. Esta subjetividad era pensable como uno de los tantos automatismos del capital. El relacionamiento era algo así como un cuerpo a cuerpo sin conciencia y sin regulación extra-económica. Hoy, ya sin IL, el recorrido vira hacia la imaginalización, y el elemento extraeconómico vuelve a introducirse y a hacerse pensable a pesar de que no haya Estado-nación y la escuela y la familia estén en crisis. Y la matriz de relacionamiento probablemente ande más por el lado de la hiperexpresión o del bienestar en la cultura. Y tal vez la subjetividad no sea tanto la del consumidor como la del “prosumidor”, no tanto la de un mercachifle como la de un Narciso.
Este tipo de cuestiones es la que quisiera compartir en esta ocasión.
Pablo
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