Se viene la segunda edición de El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo. Es una edición recargada con colaboraciones de amigos de varios puntos del globo y movimientos de varias cuestiones sociales.
Aquí compartimos un avance de la Posdata de Pablo Hupert llamada “De nosotros a yo (entre 2001 y 2015)”
Puntuar y relanzar.
El objetivo, al publicar este libro en 2011, era mostrar que el difundidísimo enunciado “2001 no sirvió para nada” se constataba desacertado y hacía estragos entre los nosotros. Por sus efectos los conoceréis, diríamos que dijimos, y nos propusimos mostrar los efectos de 2001 (“2001” ya no como fecha sino como el nombre de ese movimiento múltiple de impugnación-afirmación) sobre el Estado. Si hay poder es porque hay resistencia, dice a través de sus lectores Foucault. En este libro queríamos decir que si hay régimen político kirchnerista es porque hubo movimiento autoafirmativo 2001.
Se trataba de leer el Estado en sus prácticas para conceptualizar sus mutaciones. La cuestión del comienzo mudaba pronto en la cuestión de los nuevos obstáculos: si el poder estatal es fluido, si no totaliza, si no es metaestructura de lo social, ¿cómo gobierna a la potencia del nosotros? Y la potencia del nosotros, si no se topa ya con la exclusión noventista sino con la inclusión consumista, ¿cómo se afirma y expande?
Si en un comienzo la expresión “Estado posnacional” fue una “bolsa” donde reunir atributos curiosos, luego del libro, esa expresión pudo convertirse en operador de lecturas situacionales. Aquí quiero puntuar y quizás ahondar algunas de las conceptualizaciones de modo de relanzarlas al ruedo, esto es, hacerlas circular como herramientas para la expresión concreta de situaciones concretas en la circunstancia actual.
Logros del régimen. “Fortalecimiento institucional”
Unos y otros piden al Estado posnacional lo que no puede dar. La vieja izquierda partidaria le adjudica responsabilidades por lo que ocurre en cada palmo de su territorio; los periodistas biempensantes-denunciantes, también. Los kirchneristas le solicitan “profundización”. Los antikirchneristas, prolijidad procedimental. Los medios hegemónicos, que les dejen hacer “su trabajo” libremente. Y así sucesivamente. Un Estado posnacional no puede hacer ninguna de esas cosas. ¿Qué puede hacer? El principio es simple: hizo lo que pudo. Lo que hace es lo que puede, independientemente de las declaraciones de sus portavoces y vaticinadores –sean estos oficialistas u opositores o activistas o comentaristas.
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En cuanto a los antikirchneristas, mantienen con los kirchneristas un consenso de fondo en el modelo de acumulación de capital (extractivismo rural, hidrocarburífero, minero y urbano, devastación del medio ambiente, concentración y extranjerización de la economía, precariedad laboral, mercantilización general de la vida). No es seguro que acuerden en las políticas de compensación a las mayorías y desarrollo del mercado interno -pero tampoco es seguro que puedan darse el gusto de abandonarlas, por mucho que hablen de reducción del gasto estatal, pues las condiciones que hicieron posible el neoliberalismo puro (la derrota popular a manos de la Dictadura y el neoliberalismo) ya no están.
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Cuando la presidenta y otros funcionarios hablan de “fortalecimiento institucional”, se refieren a este tipo de logros del régimen político. No se le pida más.
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Aun así, esta docena de años logró algo más. Un triunfo subjetivo. Hoy tenemos lo que podemos llamar un “hiperindividualismo de masas”.[1]
El triunfo de “yo”. Yo como dispositivo de control a cielo abierto.
Entre condiciones sólidas había sobre todo oprimidos. En condiciones fluidas hay sobre todo exprimidos. Yo, aquí, es simplemente eso que las fuentes llaman yo. Decíamos que yo quiero es el modo en que se dice la dominación contemporánea.[2] Ahora bien, me parece importante precisar que yo, en su configuración actual (la de tiempos de bienestar en la cultura), no es el dominado, que yo es el dispositivo que evita la potencia de lo que la dominación oprime/suprime/exprime; es lo que evita la subjetivación transindividual.
Desde el punto de vista del capital, el yo es medio. Desde el punto de vista del yo, el yo es fin. Allí el capital se presenta ofreciendo sentidos o, mejor dicho, “simul-sentidos” o imágenes,[3] que permiten al sujeto armarse como persona, como mundo, y consumirlos de manera de conseguir su subjetividad yoica (los individuos) y de lograr más dinero (el capital). Ambos logros en un mismo proceso. Se trata del interminable proceso ….D-M-D-M’-D’-M’’-D’’…. El punto de vista del capital se dice D-M-D’ (dinero-mercancía-más dinero o, según Lazzarato, dinero-mundo-más dinero). En cambio, desde el punto de vista del yo, esto se escribe M-D-M’, donde M puede ser una mercancía o el mundo que la marca crea, o simul-sentido o imágenes.[4] Directamente, desde el punto de vista del yo, diríamos que el yo compra un mundo con dinero, para obtener una subjetividad (o, en términos de López Petit, una vida); se trataría de un M-D-S (mundo-dinero-subjetividad). Por ejemplo, compro con dinero un smartphone para tener ahí mis contactos, mi agenda, mi vida, mi mundo, para llegar a ser yo, yo mismo, yo único e irrepetible, yo “singular” (donde “singular” no significa autoafirmativo sino una individualidad que no es parte de un todo).
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Aquí –en este dispositivo de individuación, en esta “máquina formal de la existencia” (López Petit), en esta subjetividad, en esta forma de inclusión– reside la continuidad profunda entre la subjetividad del neoliberalismo puro y duro menemista, el neodesarrollismo del régimen político kirchnerista, el avance del Pro, el avance de la figura del linchador-vecinócrata,[5] y también del gobierno de 2015-2019. Si los diferentes regímenes del Estado-nación gobernaban una subjetividad ciudadana, el Estado posnacional gobiernan esta subjetividad ‘egoica’. No hay consenso en los discursos entre esos diferentes gobiernos, pero sí en las prácticas de construcción de yo; a ellas se las apuntala, o se las “empodera”, o se les resuelven los problemas o se les dice “en todo estás vos”, o “tenemos patria” o “habrá policía”, pues su satisfacción o insatisfacción es la que vota y opina.
Este yo triunfante, esta configuración subjetiva ganadora en estos años, tambaleante, gobernada y laburante, consumidora bacana de electricidad, autos, celulares, imágenes, fines de semana largos e importaciones –entre muchos otros bienes y servicios–, consumidora también de vida, esta subjetividad, digo, requiere y consiente prácticamente, tanto como el capital y el Estado, este modelo de acumulación y socialidad (extractivismo rural, hidrocarburífero, minero y urbano, devastación del medio ambiente, concentración y extranjerización de la economía, precariedad laboral, mercantilización general de la vida…). Él, ella, vos y yo acordamos y practicamos el modelo; un nosotros, no -y quizá esboza otros.
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Sigo con el carácter situacional de yo: en condiciones de precariedad, cada quién siente el malestar de la precariedad y “yo” puede significar un querer-vivir entramándose con otros yoes, haciendo nosotros. Se trata de ver que “yo” es un pronombre de significación situacional. Son las prácticas de hacer yo, los procesos colectivos de individuación, las tramas de singularización, los que, situacionalmente, dirán si “yo” está funcionando como dispositivo de dominación o de emancipación. Hay, como en toda configuración de la materia social, un grado de indeterminación que equivale a grados de politización posible.[6]
Serán también estos entramados u otros tipos de agenciamientos colectivos los que marcarán, momento a momento, lucha a lucha, dónde queda el límite a la valorización-precarización de la vida.
Cinco diferencias entre Estado posnacional y Estado-nación.
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El EPno es un Estado que puede limitarse a poner cimientos y dejar a la sociedad, como si dijésemos, andando sola. Este Estado tiene que estar todo el tiempo “sobre las cosas” para que la sociedad no se desintegre o, al menos, no fluya por vías ajenas a su esfera de influencia.
- Me gustaría entrar entonces en la quinta diferencia, fundamental, la de las formas de relación entre el Estado y sus gobernados en un Estado-nación y en un EP. Si en un Estado-nación, ese gozne encarna en el tándem que forman la administración y la representación, en este EP ese gozne es la operatoria del tándem que forman la gestión ad hoc y la imaginalización.
Si, en tiempos de Estado-Nación, la representación era una forma de centralizar los sentidos del pueblo (o “Nación”) en el Estado, la imaginalización es una forma de dispersar sensaciones en la población. Aquella actúa por mediaciones institucionales; esta, por mediaciones interfácicas. Ilustrémoslo primero con Natanson: “Como los conductores de televisión, que ya no esperan el rating al final del programa sino que lo siguen en vivo a través del minuto a minuto, el próximo presidente deberá relegitimarse no ya cada dos años sino todos los días.”[7] …
Habría entonces dos tipos de abordaje situacional en condiciones posnacionales. Al que tiene como efecto predominante tornar las situaciones menos singulares y más gobernables, lo llamaremos gestión ad hoc. Al que tiene como efecto predominante tornarlas menos gobernables, menos calculables y más potentes, con mayor apertura de posibles, lo llamaremos situacional, singularizador, o, también, con Ignacio Lewkowicz, actividad configurante del nosotros.
Estamos intentando distinguir cualidades o fuerzas que actúan en nuestra circunstancia, pero una y otra pueden darse entre agentes del Estado y entre movimientos sociales. Los actores concretos (se trate de personas, grupos o programas) pueden oscilar de una a otra, o estar atravesados por ambas, ofreciendo una gran ambigüedad.
Eso, situacionalmente. De conjunto, sin embargo, el Estado argentino (pero no solamente el argentino) es un aparato muy vasto, con necesidades y dinámicas que no son situacionales (como reproducir y ampliar su maquinaria, por ejemplo, o como gobernar, satisfacer, legitimarse, etc.): su dinámica es, como tendencia general, abordar ad hoc cada situación evitando que devenga singularidad ingobernable o disolvente, o que esa singularidad se expanda.
Las astituciones: dispositivos de gestión-imaginalización de la relación Estado-población y las relaciones sociales en general.
Nos detendremos en esta noción (que en 2011, para la primera publicación, estaba más cruda que ahora[8]) para mostrar que el proceso de ‘posnacionalización’ o fluidificación o multiplicación-que-procede-persigue-la-contingencia de lo social –y que afecta al Estado en general– afecta también a las “instituciones” que el Estado crea o mantiene.
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En principio, como la interfaz-astitución no está, como la institución sólida, reduplicada con una vigilancia de los usos que se hacen de ella, casi cualquier interfaz puede ser convertida en plataforma por la fuerza autoorganizativa del vivir juntos, una fuerza que, recombinando recursos de todo tipo (individuales, mercantiles, urbanos, digitales, estatales, empresarios, artísticos, académicos, edilicios, campesinos, “institucionales”, alimentarios, etc.) puede, por retroacción, hacer de cualquier interfaz/astitución una plataforma de lanzamiento de una potencia-común.
Para eso, sin embargo, algo debe suspender el velamiento que producen la precariedad, la obviedad imaginal y la reposición febril.
Comunar y enunciar, experiencias veladas
Hay dos experiencias que son raras o imperceptibles para un consumidor: por un lado, la de lo común, por otro lado, la de la enunciación autónoma, o la experiencia de hacer común y la experiencia de tomar la palabra o, simplemente, la experiencia de lo común sea haciéndolo o participando de él y la experiencia de hablar o, también, hacer sin ser hecho y hablar sin ser hablado. Son experiencias raras porque en su lugar se erigen la imagen del self-made-man (radicalizada como “instantly-made”: un individuo hecho como sin sociedad pero también sin proceso de factura: no es un trabajador sino un yo libre y pleno, inmediato) y la de la opinión. En ambos casos es la imagen del yo auténtico. En el primero, es la imagen del que hace lo que quiere, el que desea lo que quiere, el que desea solo y porque quiere. En el segundo, el que expresa lo que siente solo y porque lo siente.
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Así, el análisis político nos muestra un campo en el que no tenemos injerencia, en el que no podemos intervenir, un campo que desborda, rebasa nuestras potencias y competencias, un campo en el que solo puede arar, hacer, construir, decidir, un poder competente que nunca está en yo ni en nosotros. No está en yo porque yo no tiene ni el poder ni la competencia ni la información necesarios para arar y hacer en ese campo. No está en nosotros porque nosotros no es reconocido ni como existente ni como potente si no tiene una sanción, un reconocimiento, una visibilización y viabilización de parte del poder (que incluye a la política y a los medios). El dispositivo individualizador me mostraría, al menos eso se supone, mi campo de injerencia y me centra en mí mismo logrando que el agente sea yo y quede invisibilizado o inviabilizado el agenciamiento del cual uncuerpo individual es apenas un componente. Sobre la sociedad no tomo la palabra, no experimento el enunciar, pero recojo información tal vez y emito opiniones. Sobre el yo no experimento el enunciar, pero emito confesiones, gustos, opiniones y demás –exhibiciones, en suma.
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pablohupert@yahoo.com.ar
http://elestadoposnacionallibro.blogspot.com.ar/
[1] La expresión es de Pablo Chacón, comunicación personal.
[2] El bienestar en la cultura…
[3] Recomiendo ver la noción de “sensología” de Mario Perniola, Del sentir, Pre-textos,a la vez que no igualar sensaciones y simul-sentidos.
[4] Es importante señalar que ambas hebras (la empresaria y la yoica, la que enfatiza D-M-D’ y la que enfatiza M-D-M’) pueden cohabitar el mismo cuerpo, sobre todo en tiempos en que las mercancías son signos y los yoes son empresarios de sí. Hasta el más precario y pobre microemprendedor o “soldadito” de un narco ejerce, con todas sus debilidades y dificultades, el punto de vista del capital. Hasta el más poderoso empresario ejerce el punto de vista del yo que busca un reconocimiento vía dinero (y si pierde una parte importante puede llegar a suicidarse como ocurrió con tantos “billonarios” en 2008). También es importante entender que el dinero mismo tiene una dimensión de mera moneda (D) y una dimensión de “todo un mundo” (M). Hechas estas salvedades, volvamos a la cuestión de yo como el dispositivo triunfante.
[5] Ver Horacio González, “El linchador”, o Pablo Hupert, “¿Cuál víctima elige usted? Los linchamientos 2014 como operación imaginal de impotencia”, en «Linchamientos. La policía que llevamos dentro» (2015), compilado por Ariel Pennisi y Adrián Cangi, Quadrata – Pie de los Hechos, o en www.pablohupert.com.ar. También, “La persona disoluble”, del mismo HG (Página 12, 28/4/15).
[6] Volvemos sobre esta indeterminación en el apartado sobre las astituciones, llamando “más-allá” a su politización posible.
[7] “La democracia del minuto a minuto”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, junio de 2015.
[8] Pueden verse algunos desarrollos en Pablo Hupert, Judaísmo Líquido, Biblos, Buenos Aires, 2014, y una cierta exposición más sistemática, abarcadora y política en “Astituciones y sus más-allás”, posteado en www.pablohupert.com.ar/index.php/astituciones-y-sus-mas-allas-completo/ en mayo pasado.