Nuevas armas para pensar los procesos de subjetivación

Por Raquel C. Bozzolo

Tal vez el más verdadero de nuestros problemas filosóficos sea el problema del tiempo presente, de lo que nosotros somos, en este preciso momento”. Michel Foucault

No se trata de temer o de esperar, sino de buscar nuevas armas”. Giles Deleuze

De “la” subjetividad a los procesos de subjetivación: el problema del lenguaje:

Hace ya varios años vengo trabajando algunos de los problemas que hacen obstáculo en las clínicas que me interpelan y la posibilidad de pensarlas conceptualmente, sobre todo el de la equivalencia subjetividad – sujeto psíquico – sujeto moderno1. Las experiencias desplegadas en las prácticas de asistencia e investigación de los efectos del terror dictatorial, y de otras situaciones denominadas “de catástrofe”, el acompañamiento de procesos políticos autogestivos y en una singular docencia universitaria de los psicólogos -pensada como capacitación clínica haciendo clínica- así como las alteraciones producidas en la clínica institucional y la clínica centrada en la cura, excedieron el horizonte disciplinario y las teorías con que me había formado. Ya no alcanzaba el nombre de coordinadora de grupos, el de analista institucional, ni el de psicoanalista vincular. Ese exceso no reducible indujo la búsqueda de otros modos de pensar cómo somos. Nuevas lecturas proveyeron nuevos conceptos y otras lógicas para pensar lo que acontecía, siempre en co-pensamiento con compañeros de prácticas.2

Intento aquí pensar la noción de procesos de subjetivación. La circulación lenguajera de vocablos como el de subjetividad, cuando éstos no reconocen su inscripción conceptual, dificulta el intercambio con colegas, al suponer una significación común y un status conceptual solamente legitimado por la repetición. La ecuación inversa entre velocidad y significación que caracteriza nuestras condiciones de existencia conspira contra la conceptualización necesaria. La subjetividad, lo social, lo socio-histórico, lo contextual, son algunos de esas nociones y se repiten una y mil veces; hoy se le agregan con toques actualizados: el acontecimiento, el devenir, el “entre”. Acotaré mi referencia a la noción de subjetividad, o más precisamente a los procesos de subjetivación.

En el Congreso de Configuraciones Vinculares del año 2008, describí las dificultades para pensar de otra manera la noción de subjetividad-subjetivación, que derivan de una cierta superposición entre pensar un concepto y definir un vocablo; la insistencia por definir tiende a instalar sustituciones terminológicas que se inscriben en una lógica que no constituye verdaderos problemas de pensamiento, que no piensa. Es a esta lógica que Castoriadis denominaba conjuntista identitaria y que es obra del pensamiento heredado. Las definiciones no son el camino del pensamiento, aunque suelen participar de su coagulación: sustantivar un proceso, un movimiento, implica siempre el riesgo de sustancializarlo, es decir aludir otra vez a una sustancia y no a un acto y los procesos de subjetivación son ante todo movimientos, actos, en ciertas condiciones que abren ciertos posibles, sin determinarlos.

Es imprescindible entonces realizar una elucidación de las lógicas que pensaron la subjetividad de una cierta manera y ensayar un movimiento de pensamiento en otra lógica. Pero además es importante también registrar los posibles que inaugura y las operaciones que habilita esa otra manera de nombrar, es decir la justificación de la nueva manera de nominar.

Pero como siempre que se aborda un problema de pensamiento, surge un problema nuevo: sólo se puede pensar la producción de subjetividad, en un recorrido práctico, que intervenga sobre las subjetividades con que se inició la marcha. Pensar la producción de subjetividad, requiere hacer un recorrido juntos y luego hacer una vuelta reflexiva, un pliegue que recoja las afectaciones que se experimentaron y las organice en un plano conceptual, eso permitirá reconstruir genealógicamente cómo se armó la máquina que produjo y está produciendo esas y estas subjetividades, esos y estos modos del habitar.

En un esfuerzo por explicar solemos decir que la “producción de subjetividad” es esto que hacemos, se hace y nos hace, esas múltiples operaciones que realizamos para habitar una situación. ¿Alcanza con decir esto? Hay un viejo chiste que cuenta que Einstein está en una fiesta y una señora lo inquiere una y mil veces para que le explique qué es su teoría de la relatividad, sin lograr entenderlo… Luego de varias explicaciones, cada vez más sencillas, la señora exclama: “¡ahora entendí lo que es la relatividad!”. Einstein le informa entonces que eso que ella entendió no tiene mucho que ver con la teoría de la relatividad…

-Probemos de otra manera: “Ello funciona en todas partes, bien sin parar, bien discontinuo. Ello respira, ello se calienta, ello come. Ello caga, ello besa. Qué error haber dicho “el” ello. En todas partes máquinas, y no metafóricamente: máquinas de máquinas, con sus acoplamientos, sus conexiones. Una máquina órgano empalma con una máquina fuente, una de ellas emite un flujo que la otra corta. El seno es una máquina que produce leche, y la boca, una máquina acoplada a aquélla…”

Así comienzan Giles Deleuze y Félix Guattari el ANTI-EDIPO, realizando un acto de provocación al pensamiento. Leerlo suele producir rechazo por incomprensión o fascinación estética, no explica, pero puede intervenir, puede conmocionar el aparato de pensar los pensamientos, que constituye uno de los sitios de una subjetividad.

Al volver a leer ese fragmento con mis jóvenes compañeros de la cátedra de la Universidad de La Plata sentí que lo leía por primera vez… compartíamos la necesidad de esa lengua y no intentábamos traducirla. Pero, para quienes trabajamos en una experiencia común, esa lectura era una pausa, un pliegue problemático en un recorrido práctico, que considero imprescindible compartir para pensar. Por lo que compartir problemas en las prácticas, requiere interrogarse acerca de cuáles son los que se presentan, cuáles podemos formular, antes que diferenciar entre prácticas (por dispositivos, por corriente teórica, por pertenecías institucionales), como si armaran territorios especializados en lugar de campos de interrogación para los devenires contemporáneos. Esta es una invitación a pensar y a producir un común problemático, para aquellos que son sensibles al devenir inútil de ciertas herramientas, en el decir de Ignacio Lewkowicz3.

Si no se trata de agregar un término al diccionario de configuraciones vinculares, ni de inscribir otro significado para la noción de subjetividad, se trata de interrumpir un modo del pensar que detiene el movimiento, que sustancializa, que captura y parcializa. Será necesario, dejarse intervenir o permitirse devenir y escaparle a las formas en que nuestro lenguaje nos hace pensar, disponerse a quedarse sin palabras… un rato al menos. Es probable que entonces se disuelva en nuestras reflexiones toda categoría previa al pensamiento que consolide identidades, cortando flujos… quizás entonces no haya para nosotros individuo y sociedad, psique y macro-contexto, objeto y sujeto… y fundemos otra lengua. Como verán tengo (y tenemos) un problema: declaro por un lado no poder explicar una noción sin que se intervengan las formas instituidas de habitar el mundo y de pensarnos en él, pero a la vez acepto ponerme a escribir sobre el tema.

Ah! es como cuando bailo, entonces no percibo mi cuerpo que se mueve, porque “soy el movimiento”…” dijo hace poco una psicóloga devenida bailarina, en un seminario.

Pensar en subjetivaciones, es pensar producciones, creaciones… y esto requiere una lógica con verbos; porque estamos aludiendo a un movimiento, a una multiplicidad de operaciones, que llamamos subjetividad. Pensar con verbos, para lograr pensar esos movimientos, esos devenires, usar adjetivos para consignar los modos. Es todo una compleja apuesta. No sé mucho de lingüística, pero me veo forzada a estas búsquedas semánticas, para pensar con otra lógica, para inventar otra lengua, que permita alojar lo que nuestras herramientas de pensamiento no logran abordar sin forzamientos.

Los psicólogos, los psicoanalistas, los psicodramatistas, los psicopedagogos, es decir la llamada población “psi”, hemos sido los señores de la subjetividad cuando ésta aludía a lo opuesto a la objetividad. Nos hemos formado y deformado con teorizaciones donde la subjetividad de la que hablamos y con la que pensamos y operamos coincidía con un cuerpo y una psique individual. Así hablamos de sujeto psíquico, de sujeto social, de sujeto del grupo, etc. Ese sujeto designa un punto de voluntad, de acción, de intención, de deseo. Es desde esa concepción de sujeto que afirmamos que nuestras prácticas psi contribuyen a un tipo de subjetivación individual, pero ésa no es la única subjetivación posible en las condiciones actuales, y quizás ni siquiera podemos afirmar que sea la mejor forma de habitar las condiciones contemporáneas.

Durante mucho tiempo se entronizó un modo universal del sujeto y se lo pensó como lo sustancial del ser humano, hoy sabemos que estas formas fueron y están siendo producidas en unas condiciones específicas de existencia, en un modo de funcionamiento del socius. La conciencia, el lenguaje, el deseo, lo social, ocuparon el lugar de lo que nos hace ser humanos.

Si pensamos a las subjetividades como modos de organización del sentido, y como las operaciones prácticas por las que se conectan hombres y cosas, los hombres con los otros, lo otro, podemos afirmar que en algún tiempo existía un acople entre sujeto y subjetividad” dice Pablo Hupert, un joven historiador con el que he intercambiado ideas, luego de la diáspora que a algunos nos sumió la muerte de Ignacio Lewkowicz. “En la antigüedad, ese acople funcionaba al modo de una sutura, el sujeto y la subjetividad eran uno… La modernidad inauguró un pensar acerca de un sujeto que se desujetaba de la subjetividad de la época… Surgieron prácticas políticas revolucionarias, psicoanalíticas, artísticas y científicas… el sujeto sujetado a la subjetividad epocal no era un sujeto plenamente consistente. Según el recorrido, esta inconsistencia se pensó como vacío, inconsciente, punto ciego, síntoma, lucha de clases, sujeto barrado, falta, falla, exceso, plus. No eran sinónimos, eran diferentes sesgos, cada uno con su utilidad y su énfasis propios, pero eran cooperadores en un problema común a todo sujeto que se afirmara autónomamente: el de pensar cómo un sujeto podía deslindarse de una subjetividad sin que eso fuera un retorno a la pura animalidad. Esas subjetivaciones producían un sujeto sin sujeciones, o al menos con un punto de afirmación propia, autónoma”. Pero por la calle no circulan sólo sujetos y sujetos desubjetivados, como dice Pablo: “No todo lo que hoy camina es sujeto: también los chabones yiran porái”. Simpatizo con este recurso al leguaje porteño contemporáneo, es todo un hallazgo, y una decisión, ya que es muy difícil encontrar vocablos que logren nombrar los modos actuales de subjetividades, sin quedar atrapados por lo que portan los nombres.

Conocemos los dispositivos familiares, los escolares y laborales, los políticos y demás dispositivos que produjeron al sujeto moderno, tanto en su constitución material como en su formulación teórica, lo que hoy nos convoca es qué nuevos modos de la existencia, qué dispositivo produce hoy a estos “chabones”.

Pensar en otros términos los procesos de subjetivación contemporáneos permite alojar aquello que la operación moderna dejaba en sombra y que hoy se presenta con fuertes sentimientos de extranjería con perplejidad de los no tan jóvenes, dificultando en ocasiones un encuentro dialógico imprescindible. ¿Qué posibles inaugura? ¿Cuándo se nos torna imprescindible? Cuando lo que nos interpela -venga o no a nuestra consulta- es un chabón y no un sujeto alienado, ni como se suele llamar “un sujeto desubjetivándose”, cuando lo que se presenta no condice con nuestras concepciones ni registros, cuando lo que hacemos no interviene y pasa de largo como si no marcara una consistencia, que suponemos. Es decir, cuando se nos presentan una multiplicidad de formas de habitar el mundo que no se incluyen en la noción de sujeto que portamos desde nuestra formación como “psi”, o desde nuestra constitución como ciudadanos, allí se nos torna imprescindible elucidar críticamente, pero para ello ya algo del recorrido práctico de problematizar nuestra clínica ha comenzado a intervenirnos.

Estas formas de habitar el mundo pueden presentarse en ocasión de un suceso o de un dispositivo diseñado para ello. Un ejemplo de lo primero para los miembros de la AAPPG, fue el trabajo sobre los efectos de la catástrofe de Cromagnón, que nos convocó con algunos de los presentes a una tramitación singular; en ella nos topamos inesperadamente con formas de ser en el mundo que interpelaron nuestros saberes y por lo tanto nos obligaron a pensar en lugar de aplicar las nociones que funcionaban como pre-conceptos.

En un principio no podíamos menos que pensar a los pibes que prendieron las bengalas como perversos que desmentían el riesgo, que renegaban de la muerte, pero algo no cerraba en ese planteo y fue necesario preguntarse si nos encontrábamos con la organización subjetiva con la que creíamos encontrarnos o se presentaba otra composición, otro anudamiento desconocido de afectaciones, deseos y acciones, otro modo de habitar el mundo, que nos resultaba no sólo distinto sino extranjero y hasta ajeno. Fue importante diseñar un dispositivo que nos posicionaba como afectados por el suceso trágico no como profesionales al margen, brindando un servicio… y allí se pudo presentar lo que nos dejaba perplejos y nos obligaba a pensar y pensarnos. De otra manera hubiéramos forzado a que se presente aquello para lo que estamos preparados y las nuevas formas de habitar el mundo se hubieran silenciado o replegado sin haber sido registradas, por el acotamiento de los posibles del propio dispositivo. Recordemos que según Michel Foucault el dispositivo psicoanalítico tiene una continuidad con la confesión religiosa, basada en la producción de sí del hombre de la modernidad que se comienza a interrogar sobre sus acciones. Conviene entonces pensar como fechables tanto el modo de subjetivación como los dispositivos que lo producen y revelan. Dejarnos intervenir por nuevas perspectivas del pensamiento, puede permitir el posicionamiento subjetivo y el diseño de dispositivos que conciten la presentación de esas nuevas formas subjetivas.

Desde hace unos años estoy realizando una experiencia que me ha permitido dar cuenta de algunas de las operaciones que -sobre todo- realizan los jóvenes para habitar la universidad. En un principio nos sentíamos extraños, extranjeros a las operaciones más frecuentes que juzgábamos como cínicas, pragmáticas o como una variante de la subjetividad consumidora a la que llamamos gestionaria. Aprendimos comenzando por interrumpir los clásicos dispositivos docentes, interviniendo desde nuestras propias afectaciones en dispositivos experienciarios.

Fuimos realizando una experiencia a partir de interrumpir, bloquear algunos de los mecanismos que nos producían, tanto a los docentes como a los estudiantes con una subjetividad empobrecida, de baja intensidad, y de gran capacidad para lograr habitar ese dispositivo expendedor de títulos universitarios. Pudimos registrar positivamente las sustracciones necesarias para evitar el contagio que se temía al entrar en contacto vivo con los otros. Entender estos procesos inmunitarios (Roberto Espósito así los denomina) como protección negativa de la vida, como forma biopolítica actual nos está acercando a estas formas subjetivas que rechazábamos entendiéndolas sólo negativamente porque no se sumaban a nuestras generosas invitaciones a “pensar con nosotros”. Fuimos registrando que la amenaza que se experimenta en ciertos dispositivos que reúnen obligatoriamente a los cuerpos, requiere de oficio y sensibilidad para intervenir y disponibilidad para devenir.

Identidad, subjetividad y Vínculos. Elucidaciones y precisiones conceptuales.

Poner en línea estos tres términos identidad, subjetividad y vínculos obliga a encontrar alguna relación entre ellos, o al menos a pensarlos en sus usos comunes o diferenciales. Intento realizar una cierta elucidación de las condiciones de posibilidad de dos de las nociones nombradas: identidad y subjetividad. Por último me propongo tomar como horizonte de referencia algunos aportes teóricos que permiten formular lo vincular.

El concepto identidad proviene de la psicología que –al decir de Michel Foucault, como toda disciplina- produjo los conceptos necesarios para la constitución del individuo. Nos llega entonces, como legado del gesto moderno de fundación de los estados nacionales; era necesario constituir un sujeto libre y unificado, para fundar la ciudadanía, que el pueblo soberano requería.

Desde el punto de vista del pensamiento, el concepto de identidad reclama el de mismidad y se inscribe en la lógica de lo uno. Lo identitario siempre se opone a la multiplicidad que se presenta en modos singulares de componer en diferencia.

Sospecho que la presencia del término identidad no es ingenua en los temas propuestos para paneles y actividades profesionales y llega hoy a una mesa del congreso4 acompañando los procesos de recuperación y reivindicación de los estados nacionales, vigentes en este período socio-político, en la latino-américa post-dictaduras. Entiendo la pertinencia, aunque quiero dejar sentada la interrogación acerca de la potencia de una operación de recuperación semejante, tanto para esta nominación como para algunas de las formas “recuperadas” del estado nación.

La fuerte intervención que el psicoanálisis produjo sobre el carácter indiviso del sujeto, fue expresión de -y colaboró con- la crisis de la modernidad racionalista. El capitalismo no cesa de mutar y las posteriores alteraciones que se produjeron, conmociona profundamente tanto las condiciones de existencia como las condiciones de producción conceptual. En el apremio generado por la extenuación de lógicas y certezas, se produjeron entre nosotros declaraciones apresuradas acerca de la muerte del sujeto, muerte de la representación, etc. Este movimiento crítico, estuvo alentado por la constatación de la impotencia de ciertos conceptos para nombrar los modos de existencias contemporáneas, a los que me referí en el apartado anterior. La carencia de articuladores conceptuales que armen otro plano de pensamiento, generó y genera nominaciones poco rigurosas y en ocasiones confusas y en muchos colegas se produce una profunda desconfianza ante esas precarias invenciones que los condena a aferrarse a sistemas ya probados.

En un breve escrito sobre la producción de conceptos, Deleuze afirma que no resulta interesante la crítica de un concepto, sino crear otros y agrega “…crear se asume siempre atado a las condiciones de un encuentro efectivo, una auténtica relación con el afuera, porque la creación no es arbitraria…” Quiero puntuar que pensar con “el afuera” no significa pensar “la época” en forma molar, sino albergar la multiplicidad que pulsa en ella.

Me resulta imprescindible realizar una nueva deriva, tratando de no caer en una perspectiva historicista que ordene el mundo en forma secuencial: una cosa es un concepto y otra los efectos que éste tiene en sus diversas apropiaciones, que en ocasiones desvían o difractan su nominación. Ejemplo de esto ha sido la apropiación terminológica producida en nuestro país, donde la restitución de las identidades sustraídas a los hijos de los desaparecidos, aún forma parte de nuestro presente. Los invito a realizar juntos un breve recorrido por algunos de los problemas que enmarcaron los conceptos que hoy tratamos. En los sesenta, la urgencia por la transformación del mundo en forma revolucionaria y por lo general colectiva – entonces entendida como fruto de condiciones objetivas y de una fuerte voluntad política de vanguardia- marcaba la existencia de numerosos jóvenes; esa urgencia generaba una profunda desconfianza en las lógicas que fijaban sentidos y formatos del mundo ya fundado. No era tan importante la identidad individual obtenida, ya no era importante seguir siendo quienes éramos sino trabajar en ser el que debíamos o deseábamos ser.

El freudomarxismo se insinuó entonces como una activa perspectiva de pensamiento, pero no terminaba de armar otra lógica que permitiera salir del par “individuo sociedad”, y surgieron los sintagmas con guiones: psicología-social, individuo-sociedad, etc. El estructuralismo imperante nos amarraba a cierto determinismo por lo material-histórico y condenaba al fracaso muchas intervenciones tanto profesionales como políticas. Esa matriz de pensamiento fue obstáculo para entrever alteraciones del mundo, que se profundizarían aún más, al inaugurarse nuevas formas del capitalismo post-fordista.

El temporal de la dictadura, afectó profundamente nuestras existencias e inauguró una búsqueda de nuevas teorizaciones que permitieran pensar lo que estaba ocurriendo. Durante la resistencia, la lógica de la multiplicidad (a la que alude el título de este congreso), se iba abriendo débil paso entre las diversas apuestas teóricas que nos permitían sobrevivir pensantes. Por un lado la necesidad de reafirmar todo aquello que era arrasado en nuestras vidas cotidianas, hacía obstáculo a la provisión de ejes conceptuales más potentes y por otro, intuíamos que el mundo ya no iba a ser lo que fue. Nosotros ya no éramos los mismos y muchas de las herramientas que habíamos utilizado ya no nos servían para pensar una vida y una clínica que registraba las alteraciones producidas en los modos de existencia, pero que aún no disponía -y acaso aún no dispone- de herramientas teóricas válidas. Cuando la dictadura se retiró, la identidad pasó de ser un concepto en regla, a convertirse en un reclamo. Así como el término madres había sido re-fundado, para exigir en el ámbito público la aparición con vida de los hijos desaparecidos, la recuperación de la identidad fue y es bandera de la lucha por la restitución de los hijos de desaparecidos, secuestrados y en ocasiones criados por sus apropiadores.

Hoy me interesa puntuar que en esa misma lógica del reclamo, se advierte que la noción de identidad abrocha con el derecho de los ciudadanos y la obligación del estado de asegurar ese derecho. Identificar a sus ciudadanos es una tarea primordial en los estados nacionales, en su modo de gobernar disciplinando cuerpos gobernando poblaciones y armando públicos. Creo recordar que la Argentina –que se nutrió de la inmigración europea y necesitaba unificar al pueblo soberano- es el país donde se inventó el sistema de identificación por medio de la huella digital. Un cuerpo, un individuo, un voto, un ciudadano, un sexo, una identidad. Pero también constituyendo identidades colectivas: “un pueblo para la Nación Argentina”, al decir de Halperín Donghi. Es decir siempre UNO.

Otra vez, no se trata de sustituir los vocablos de identidad y de sujeto, sino que se trata de pensar de nuevo “cómo somos”, qué nos hace ser así, pero también qué otros posibles nos animan. Ese es nuestro problema. La nominación que realiza Ana Fernández, al fundar el Programa de Actualización de la Facultad de Psicología de la UBA que ella dirige, alude a esta situación del pensamiento: Campo de problemas de la subjetividad. Considerar a la subjetividad como campo de problemas requiere consignar la inscripción teórica que le da un sentido a la noción cada vez que la usemos, ya que si no lo hacemos la sobre-codificación “psi”, interpreta que hablamos de algo así como “mi subjetividad”, o “la singularidad de la persona” estoy citando acá frases repetidas por los estudiantes de psicología de la UNLP, pero seguramente no sólo allí se repiten. Se manifiesta así lo ambiguo de una nominación que al ser positivizada en los dispositivos de trasmisión universitarios, pierde su carácter problemático, en la que me inscribo desde hace años y espero poder desplegar aquí.

En la cátedra de la Facultad de Psicología de La Plata (Psicoterapia II, de quinto año) sugiero leer dos enfoques bien diferentes del problema: por un lado el de Ignacio Lewkowicz, quien fue trabajado tanto por su propia investigación historiográfica sobre Esparta, como por pensadores contemporáneos, y postula esta noción para los diversos modos situacionales de la existencia. Su perspectiva es provocadora y anuda al mismo tiempo una variante no estructuralista del modo de subjetivación y una fuga de la encerrona que arma el binarismo individuo-sociedad, pero nos deja en las puertas del problema. Para apreciar otra perspectiva usamos un breve escrito de Silvia Bleichmar, donde denomina subjetividad a las marcas del período histórico, de la época.

Por lo que vemos el vocablo subjetividad designa al anudamiento singular y situacional de recursos, con que se habita y se hace ser un mundo (IL); pero también está nombrando a las marcas dejadas por el encuentro con lo socio-histórico, que acompañan la producción de psiquismo (SB). Es decir el vocablo sólo indica el problema que nos hemos lanzado a pensar. Ya en el congreso del año 2008, había expresado la imposibilidad y la inutilidad de definir la noción de subjetividad, pues no se trata de definiciones ni tampoco se resuelve el problema fugando a la transitada, pero abstracta formula de los modos de subjetivación como modos de la existencia.

Entonces… ¿qué es lo que se intenta pensar y se recorta en la noción subjetividad? Hay cuerpos afectados y hay múltiples modos humanos de organizar la existencia, que no siempre responden causalmente a una psique y su historia individual. La apuesta intelectual que comparto es la de nombrar esos flujos que modulan los modos de habitar situaciones. Pero como en un cuento borgeano, se complica más el panorama, al abrir dos nuevos problemas teóricos: 1) nombrar esos flujos, sin caer en la ecuación individual: persona, sujeto, etc. que confiscan lo colectivo del modo de subjetivación 2) Indicar al mismo tiempo la construcción de un modo de habitar y la constitución de una situación por esos modos de habitarla, ya que la situación no antecede a la subjetividad ni la moldea desde afuera, sino que se altera al ser habitada de un modo que habla de la producción de otra subjetivación. Son los cuerpos los que portan el nombre propio, pero albergan múltiples modos de habitar el mundo anudados singularmente, cada vez. Para esos procesos de subjetivación, no hay en este registro interior/exterior ni antes/después aunque sean históricos, en el sentido de producidos en una confluencia singular de fuerzas, en unas prácticas que son siempre colectivas. Resumiríamos afirmando que la nominación procesos de subjetivación alude a los modos en que los hombres son constituidos, a la vez que constituyen sus mundos.

En el comienzo, referí una elección designar lo vincular y no a los vínculos, espero poder justificar tal decisión. Solemos confundir sitio de la intervención clínica con dispositivo técnico. Trabajamos en y con parejas, familias y grupos, organizaciones y agrupamientos, empresas, equipos de trabajo y hasta barrios o instituciones públicas… Pero el sitio de la intervención clínica no es ese agrupamiento, que alguna vez denominamos configuración… Elijo lo vincular al modo en que Marcelo Percia toma “lo grupal”, que la categoría de “lo neutro” de Roland Barthes le permite pensar, como una dimensión que excede y produce, donde lo no efectuado se expresa y pulsa, pero es irreductible a su efectuación… Percia escribe: “En la proposición “lo grupal no son los grupos”, lo neutro transforma la negación en enunciado infinito (no son los grupos ni las instituciones, ni las comunidades, ni las multitudes ni los conjuntos). No importa lo que es sino lo que acontece (en los grupos, las instituciones, las comunidades, las multitudes, los conjuntos) en forma inesperada.”

Pensar lo inesperado no es tarea fácil, cuando los hábitos del pensar heredado nos conducen a atribuirle rápidamente unas causas. Así atribuir las alteraciones en nuestras formas de existencia, con exclusividad a la dictadura, ha sido y es un error bien pensante y con buena prensa, al igual que atribuirle al 2001 el agotamiento del Estado Nación como organizador simbólico, sin tomar en cuenta las múltiples alteraciones de la existencia contemporánea en el mundo.

Algunos devenires se han producido, en nuestras existencias y creo que hoy disponemos de algunas herramientas/armas -en el decir de Deleuze, para pensar las alteraciones del mundo ocurridas. Estas alteraciones no se dieron en contra de lo existente –como creíamos desde el pensamiento revolucionario, sino al alojar los efectos de lo que había. La revolución tecnológica, que permitió la invención de internet y también los modos del capitalismo financiero, donde una operación financiera se realiza en el otro lado del mundo con un simple botón, son sólo algunos de esos efectos. Ya hace varios años Deleuze planteaba algunas consideraciones acerca de la modulación de los deseos, como modo de gobernabilidad contemporáneo de la llamada sociedad de control, (que Foucault denomina de seguridad) a diferencia del disciplinamiento de los cuerpos, propios de la sociedad disciplinaria. Resaltar este aspecto de la gobernabilidad no descarta y aún más, implica considerar la considerable ampliación de potencialidades cognitivas, artísticas y de vinculación o invención o trabajo intelectual colectivo que estas alteraciones abrieron.

Los nuevos modos de pensar y hacernos ser como somos

Me interesa puntuar un aspecto novedoso de constitución subjetiva, que permite y permitirá enriquecer aún más nuestras herramientas de intervención. Siguiendo las tesis acerca de los funcionamientos maquínicos postuladas inicialmente por Guattari, Maurizio Lazzarato -sociólogo italiano contemporáneo- ha desarrollado una interesante diferenciación en los modos de la gobernabilidad propias del capitalismo post-fordista que no dependen de la significación, ni de la ideología, es decir no constituyen sujeción por alienación sino subordinación maquínica, donde el sujeto constituye una pieza de la máquina y no su presa. Como podemos apreciar, estamos pensando con nuevas armas, que nos ayudan a pensar no sólo los rasgos de las subjetividades del presente sino los modos de su constitución. Algunos de estos modos apelan a mecanismos desconocidos o despreciados en nuestra formación profesional como por ejemplo la modalidad a-significante de incidir en los procesos de subjetivación. Incluir esta dimensión en nuestra cultura de la significación e interpretación es fundamental para comprender a las nuevas formas de estar en el mundo, ya que son esas formas las que hacen mundo.

Guattari le llama semiótica a-significante y otros autores lo pre-significante a un cierto régimen de significación en donde los signos no se organizan en torno al par significante-significado. El régimen según el cual la significación depende siempre del juego entre significado y significante es sólo uno de los regímenes posibles, es el que impera, pero no es el único. No estamos hablando de un hombre previo al lenguaje sino de algo que está siempre al lado del lenguaje. Se puede afirmar entonces que lo que nosotros llamamos hombre moderno es una excepcionalidad histórica: unos pocos siglos en los que una cierta cantidad de población blanca creó una serie de mundos de significación.

Este aporte permite comprender gestos automáticos, por acoplamientos maquínicos que van produciendo unos modos de transitar por la vida, es decir nuevas subjetividades, que no realizan “acciones específicas intencionadas” ni actitudes sintomáticas, en el sentido de “transacciones inconcientes”. Simplemente funcionan así: “acá soy así”, expresan alumnos de la facultad cuando son interpelados por unos dispositivos diseñados para ello, o simplemente con modos de habitar la facultad, basados en otra circulación del deseo. Estos mecanismos permiten también comprender algunos comportamientos que solemos pensar como desmentida de riesgos: la conducta al mando de un volante o el encendido de una bengala en un recital de rock, pero también una cierta sustracción de algunos funcionamientos colectivos, donde –como bien expone Roberto Espósito- se protege negativamente la vida, achicándola en intensidad, movimiento e implicación al mínimo posible. Sensibilizarse al registro de estas semióticas nos permite no sobre-interpretar conductas que responden a unas subjetivaciones todavía no reconocidas como otros modos de existencia y por lo tanto pensadas en la grilla de la psicopatología.

Unas subjetivaciones distintas, otras subjetividades habitan los cuerpos, y entonces no hay una subjetividad para un cuerpo sino varias en cada cuerpo, producidas por acoplamientos de todo tipo: significantes y no significantes.

Hemos estado trabajando los aportes de Gilbert Simondon, filósofo de las ciencias, cuya tesis de doctorado denominada “La individuación” inauguró una filosofía que inspiró a Guattari y a Deleuze, entre otros. Su enfoque distingue entre individuación física, biológica, psíquica y colectiva. Interesante anotar: no dice humana sino colectiva… Así, un “sujeto” siempre se constituye con lo individuado y lo pre-individuado. En este pre-individuado reside el mundo sensible, que afecta directamente y conforma subjetividad sin pasar por la significación. Entonces cada individuación aloja también lo inevitablemente procesual que acompaña la individuación y permanecerá no individuado, creando un sistema meta-estable que por esa característica está disponible para devenir otro.

La individuación no sólo actualiza potenciales sino que renueva al potencial en tanto potencial. Como la individuación nunca actualiza la totalidad de los potenciales, todo proceso de individuación, incluye un conjunto de potenciales siempre presente, que se recrea, se reorganiza, pero nunca se agota. No sólo hay actualización sino creación de potenciales. Cada nuevo nivel de individuación crea y activa una fuente de potenciales. El ser individuado es punto de partida, siempre, para nuevas individuaciones justamente porque lleva consigo una carga potencial.

La teoría de la individuación implica una teoría de la co-individuación: porque siempre nos individuamos en relación a otros que también se están individuando. Esto es lo que Simondon llama, la transindividualidad. No es que haya individuación en medio de un escenario de sujetos ya constituidos: el colectivo es el espacio en el que cada quien participa a título de aquello que no tiene individuado. Pensar en esta perspectiva permite pensar lo vincular en confluencia con algunos de los desarrollos que se vienen produciendo en nuestra asociación.

Este original pensador considera que el binarismo cultura-naturaleza achata la diferencia y escoge un distanciamiento de la bipolaridad naturaleza-cultura, no para producir una indistinción, sino porque atravesando el monismo es que aparece la multiplicidad.

Algunas de las consecuencias de estos aportes son en el terreno de la política. Paolo Virno, pensador italiano que fue su primer traductor y difusor, piensa hoy ciertas experiencias colectivas contemporáneas, de tal forma que permiten entender los devenires de la construcción de nuestro mundo y en medio de las crisis de los estados nacionales vislumbra algunos embriones de instituciones post-estatales. Una perspectiva semejante impacta tanto en las teorizaciones e intervenciones denominadas teórico-clínicas como las ético-políticas.

Paolo Virno plantea como universal antropológico la posibilidad humana de crear mundos, a diferencia de los animales que crean su ambiente. Si nuestro sitio de la intervención es lo vincular, lo grupal, lo institucional, aún lo comunitario, podríamos pensar que nuestras intervenciones clínicas, tanto como la creación de conceptos, apunta a enriquecer y producir otros posibles.

Los conceptos citados en Simondon no son, desde luego, idénticos a los de Deleuze, pero me permito hacer algunas conexiones desde lo que les hace problema. Lo que para Deleuze es lo actual y lo virtual de lo real, es posible entreverlo en Simondon en lo individuado y lo pre-inidividuado. Me permito también asociarlo a la afirmación que realiza Cornelius Castoriadis caracterizando al magma de significaciones sociales como infinitamente determinable. Este pensador al igual que Deleuze, Guattari y Virno enriquecen una perspectiva que tiene formidables consecuencias, ya que se inaugura una política de la determinación en la que se inscribe la invención de procedimientos y operaciones para favorecer devenires.

Para terminar este escrito quisiera comentar que el haber mantenido en cierta forma el contenido de dos ponencias de congresos entre las que transcurrieron cuatro años, me obligó a registrar una alteración en mi aparato de pensar los pensamientos que se produjo en ocasión de algunas experiencias y alguna de las lecturas que quise compartir con los lectores. Co-pensar estas búsquedas con quienes vengo haciendo un recorrido práctico problemático, no sólo es una apuesta y una alegría sino que puede permitir la creación de otros mundos.

Bibliografía:

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Simondon, G. “La individuación”. Cacus y La Cebra, Buenos Aires, 2009

Virno, P. “Cuando el verbo se hizo carne”. Tinta Limón y Cactus, Buenos Aires, 2004

Virno, P. “Gramática de la multitud”. Traficantes de sueños, Madrid, 2001


1 He publicado algunos artículos, en Campo Grupal y en la revista de Psicoanálisis Vincular de la AAPPG, y el libro en colaboración El oficio de intervenir. Políticas de subjetivación en grupos e instituciones (Buenos Aires, BLIBLOS, 2008).

2 Tanto el equipo que integramos con Marta L´Hoste y Osvaldo Bonano cerca de veinte años, el actual Equipo de Análisis Institucional de la AAPPG y el de la Cátedra de Psicoterapia II de la Facultad de Psicología de la UNLP, como el Grupo Inmanencia, coordinado por Diego Sztulwark.

3 Comentario de I Lewkowicz a la presentación realizada por Osvaldo Bonano, Marta L´Hoste y la autora en el Espacio de Investigación de la AAPPG “Dispositivos de intervención y alteraciones socio-históricas”, en septiembre del año 2001, publicada en la Revista de la AAPPG nº 2 del año 2002.-

4 Esta referencia explica el título de este apartado, ya que fue ponencia de la autora, en el panel titulado Identidad, Subjetividad y Vínculos, en el Congreso Latinoamericano de FLAPAG, en Julio de 2011, en la Facultad de Derecho, de la UBA, en Buenos Aires.

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