IV. Distingos institución–astitución
Ahora sí podemos pasar a anotar algunas diferencias quizá más formales entre institución y astitución.
Todos estos distingos no son una formalización en regla (no, al menos, en el sentido de seguir la regla de formalizar una investigación empírica y/o unas experiencias prácticas), aun si parten de hechos, de curiosos hechos. Más que eso, quieren mostrar qué no estamos viendo si al ver encontramos lo mismo que antes. Estas conceptualizaciones que siguen, si bien se van entramando con hechos y entre sí y con conceptos previos, ni de cerca son suficientes para elaborar una teoría de la institución fluida. No se postulan como tal cosa. Se postulan como avanzada que despeja el camino y la percepción para que quepa una pregunta: la pregunta por la ‘institución’ fluida, la pregunta por su operar y por nuestro hacer en ella. Así como intentan caracterizarla, se yerguen –aun en el caso de que fracasen como caracterizaciones– como interrogaciones a lo que creemos tener ya sabido. Confío en que, luego de leer este largo trabajo, aun si el lector concluye que “todo esto es un dislate”, también sentirá que una realidad subsiste e interroga y obstaculiza y exige ser captada, a pesar del dislate y más allá de él. Y esa realidad, ese sensible sentible, que percibirá, confío, lo percibirá más flexible, más fluido, menos sólido, más reticular, que como acostumbraba caracterizar una “Institución”.
No se trata de ver qué no hay más, qué falta, y añorarlo o restituirlo, sino de advertir que si vemos lo mismo de siempre allí donde hay algo nuevo, eso significa que debemos revisar los supuestos de nuestra percepción (de todas las dimensiones que necesitamos revisar, aquí colaboramos con la dimensión intelectual). Si no los revisamos, no solo no veremos qué no hay más sino que tampoco veremos qué sí comenzó a haber.
- Desde el punto de vista de las trayectorias que propician, si la forma institución mostraba caminos instituidos entre instituciones y dentro de cada una de ellas, la astitución exhibe recorridos ‘feriales’, contingentes, recorridos de un stand a otro, de una oferta a otra, de un servicio al otro. Si bien los proyectos y programas que ofrecen las OSC y el Estado buscan saldar carencias en la oferta de servicios públicos, esta oferta no llega a conformarse sistemáticamente, y sus destinatarios recorren de manera bastante accidentada (o según estrategias cuya racionalidad no es la supuesta para el ciudadano y sea quizá más cercana a la recombinante del empresario de sí mismo) los servicios que se les ofrecen.
- Desde el punto de vista de sus fronteras, si en la institución había una exclusión necesaria (y, por ejemplo, quien reprobaba ciertos exámenes no podía permanecer en ella), en la astitución “todo entra”, y eso incluye cierta informalidad (personas con una escolarización muy deficiente cursando una tecnicatura “inclusiva” en una universidad, por ejemplo) tanto como cierta formalidad (garantía legal de maestra integradora para un chico con dificultades cognitivas o de otro tipo)[1], pasando por cierta modalidad ‘de campaña’ (cualquier recinto sirve como sede de un plan de finalización de estudios secundarios, por ejemplo, sea sindicato, casilla de chapa o cochera): “Es complejo, pero es un desafío: si no está esto, no hay nada”, postulaba un director de una escuela de adultos.[2] El asunto, para la astitución, es no dejar de tener algo que ofrecer a como dé lugar, en vez de, como ocurría con la institución, instituirse como lugar donde se recibe lo a priori necesario. A como dé lugar significa también que las fronteras no son premisa. Como diría Sibilia, las redes atraviesan las paredes.
- Desde el punto de vista de las sedes de las astituciones, la relación entre ellas y sus domicilios no es siempre de ligazón perenne sino que es de conexión precaria. Los CICs (Centros Integradores Comunitarios), por ejemplo, pertenecen al Ministerio de Desarrollo Social aunque sus sedes a lo largo del país se construyen en terrenos de los municipios y la administración de su usufructo no siempre es clara y armónica; como otro ejemplo, las aulas del plan FinEs pueden pertenecer a domicilios privados, locales partidarios o sindicales, así como también ministeriales.
- Desde el punto de vista de la duración, si el tempo de la Institución era más bien lento, más bien estacionario y su tiempo se representaba por un lado como “siempre fue así y seguirá siéndolo” y por otro como encaminado progresivamente hacia un Ideal o Meta (cielo, adultez, patria, socialismo, trabajo o lo que fuera, según la institución de que se tratara), si era un tiempo con final pero sin comienzo (o, mejor dicho, con una fundación más o menos mítica o heroica pero sin invención), el tempo de la astitución es más bien irregularmente espasmódico y, si su tiempo representado aun declara fines (la inclusión, la reparación, etc.), no se dirige a ellos desde siempre y progresivamente, sino desde hace poco y ansiosamente. El apuro, la improvisación, la provisoriedad, el emparchado sucesivo, que no sigue un programa sino que satisface sobre la marcha lo que la marcha le va presentando, la caracterizan. “Los profesores no vienen ya sabiendo cómo educar a adultos. Se van haciendo sobre la marcha,” decía don Sancho, director del CENS n° 454.[3]) A diferencia de la institución, las astituciones presentan un gran dinamismo.
- Como ese dinamismo no cesa, como las leyes y regimentaciones y las demandas que tiene que atender y las que debe presentar a los organismos competentes (ellos mismos en multiplicación incesante, sean estatales, empresariales, sindicales, del tercer sector, organizaciones político-sociales o incluso mediáticas) se multiplican, como su contexto (sea local, municipal, nacional o territorial) tiene también gran dinamismo, la astitución no termina de establecer un orden interno, unas rutinas, unos saberes, incluso una burocracia. Por supuesto que, si duran lo suficiente, desarrollan algunos hábitos (aunque no un habitus a lo Bourdieu) e incorporan algunos aprendizajes, pero entre estos aprendizajes está siempre el de gestionar ad hoc las contingencias, desde emergencias puntuales a cambios en las coordenadas externas (el mero cese en sus funciones del funcionario de determinado ministerio o municipio con el que ‘siempre hablábamos’ puede significar un cimbronazo para la organización de que se trate). Una institución sólida se establecía y ofrecía resistencia al cambio (y era un bastión de esa resistencia); una fluida se adapta una y otra vez o directamente ofrece una y otra vez generar cambios.
- Por lo demás, mientras que la duración de la institución era representada como eterna, la de la astitución es incierta, provisoria, atada a un financiamiento o a “el que está ahora en [equis repartición]”, etc. “Irreversible”, proclaman a veces desde la agrupación La Cámpora, trasluciendo esa ansiedad por permanecer, ese miedo al desvanecimiento sin dejar huella tan propio de instituciones en tiempos en que existe Twitter.
- Como hemos señalado más arriba, la heterogeneidad social fluida no es algo que la astitución se proponga o pueda homogeneizar, y esto tanto en su ‘interior’ –recordando que sus fronteras no son sólidas– como en su ‘exterior’. “El mapa [bonaerense] de la oferta educativa para la modalidad de jóvenes y adultos ofrece una oferta variada para un sujeto complejo. El estudiante adulto es padre, trabajador, vecino y, en algunos casos, también es militante. Entonces, necesita disponer de una estructura que lo atienda en esta complejidad, que no lo aborde simplemente como una persona escolarizable.”[4] O, como decían Matías Ostropolsky y Paula Koziura acerca de la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital, “la unidad es un mito”, pero en el sentido de que no tiene una terceridad, un suelo común:
A falta de una legislación evidenciada o respetada, y [con] una jefatura que puede pensarse como de laissez faire, es que una nueva categoría, “el criterio”, hace su entrada. En esta organización, cada uno sabe lo que tiene que hacer, todos tienen criterio. Esto es algo que insiste en los dichos de los miembros de la institución. Todos saben. Pero lo que no queda claro, es si cada “otro” de la institución sabe lo mismo. Cada uno tiene un criterio, pero que es el propio, y es con el que, puede pensarse, cuenta antes de entrar en la institución. Aquí podría pensarse en una falta de institución.”[5]
Por supuesto, para decirlo una vez más, aquí no queremos diagnosticar faltas (que podrían “repararse” con “la presencia activa del Estado”, como rezan los eslóganes de nuestro posneoliberalismo), sino detectar dinámicas de funcionamiento propias de estos tiempos, eficaces en las actuales condiciones. Diríamos que donde “falta institución” (no porque debería estar sino simplemente porque no la hay), no hay un saber institucional instituido y disciplinadamente compartido y funciona más o menos eficazmente el criterio personal, ese “criterio” que cada uno tiene. Este no tiene tiempo de instituirse, pero se desarrolla más rápidamente que el saber institucional, que además no cuenta con los mecanismos para “patrullar las conciencias” y comprobar su moldeo por el saber hegemónico de la institución. En el interior de la institución fluida, entonces, no hay homogeneización de saberes en uno sino heterogeneidad de criterios en muchos.[6] Se plantea la cuestión de cómo pensar esta fragmentación, esa característica definitoria de la destitución de la primera fluidez; volveremos en el punto III del quinto apartado.
- Es en ese marco que cobra sentido que las astituciones capaciten permanentemente a sus agentes (que no necesariamente son permanentes y no raramente ‘acaban de llegar’), mientras que en las instituciones más que capacitación permanente había formación inicial y para siempre (un rasgo que cambió quizá antes en hospitales y empresas que en escuelas o cárceles, pero ni siquiera en los hospitales la “formación continua” estaba instituida en la década de digamos 1960, cosa que hoy nos resulta llamativa).
- A esa complejidad interna de los sujetos que transitan por la institución y a esa fragmentación en la cultura institucional se suman diversos grados, según los casos, de discontinuidad espacial. “El CENS N° 454 de La Matanza… presenta una particularidad: funciona en cuatro espacios físicos diferentes distribuidos por el distrito,” además de que tiene tres turnos.[7]Es propio de la astitución siempre “presentar una particularidad”, pero ya no como caso particular de una norma general sino como particularidad que solo puede tratarse ad hoc (quizá sí por analogía con, o traducción de, otras experiencias, pero no por reducción a una normalidad general). La heterogeneidad se efectúa por doquier y de muy diversas maneras.
- A esa compleja heterogeneidad se suma, en el ámbito educativo, la fragmentación de contenidos.
Para ingresar al programa, un docente debe presentar un “proyecto pedagógico” cuyas pautas de evaluación no son públicas: no hay una instancia oficial que controle si los contenidos cumplen con los Núcleos de Aprendizaje Prioritario (NAP) definidos por el Consejo Federal de Educación a nivel nacional. “Hay tantas estructuras curriculares como sedes de Fines, porque cada docente diseña su propuesta. Esto lo justifican diciendo que los adultos tienen saberes previos que hacen que los NAP no sean imprescindibles, pero en realidad es un ejemplo más de la fragmentación del currículum”, sostiene Romina De Luca, investigadora del CEICS (Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales).[8]
Por supuesto, no se trata aquí de criticar al gobierno o funcionario que propugnan el FinEs, sino de encontrar, en lo que el Estado hace, no una voluntad buena o mala, sino lo que el Estado puede hacer dadas las condiciones sociales contemporáneas, esto es, captar sus estrategias de poder, así como sus efectos prácticos (dudosamente premeditados o planificados) sobre las prácticas y sobre su capacidad de producción de subjetividad y de social. Podemos entonces calibrar de otra manera el expandido acceso al título secundario: no tanto como un título deficiente comparado con estándares estatal-nacionales (“mi madre en su época al terminar la primaria ya sabía más geografía que mi hijo al terminar la secundaria”) sino como un título posnacional, tal vez ineficaz para insertar al pupilo a la cultura moderna pero eficaz para introducirlo en las redes del semiocapital –o contenerlo mientras se mantiene en sus márgenes o conectado a esas redes, conexión que siempre, por el solo hecho de ser una conexión, es precaria. Por lo demás, no se trata de una subjetividad homegéneamente nacional, que recibió casi los mismos contenidos de Ushuaia a la Quiaca, sino de una más heterogénea, quizá más ¿“territorial”?
- Una especificidad poco advertida es el carácter “territorial” (esta es la palabra que usan los actores) de la gran mayoría de los proyectos astitucionales. La institución solía formar parte de un único territorio nacional. Aquella Nación tenía y era: una moneda, una historia, un destino comunes, y en todos ellos el territorio nacional, único, era sostén fundamental de su unidad imaginaria. Que hoy las astituciones se propongan “llegar a los territorios” y “construir territorio” y se refieran a escalas barriales o de unas pocas manzanas o hectáreas, muestra muy gráficamente que no tienen un suelo común y que construyen una territorialidad discontinua, posnacional.
“Para muchos, [en lo que hace a espacios de terminalidad educativa] el ‘armado territorial’ es crucial porque abre aulas en los barrios de residencia de los estudiantes, por iniciativa de municipios, organizaciones sociales, comunitarias, partidarias, religiosas, sindicales y, con menor frecuencia, empresariales, a cargo de organizar y sostener su funcionamiento.”[9]
- Respecto de la producción de elementos sociales (se trate de personas, de colectivos, de enunciados u organizaciones), si la institución los construía como idénticos, la astitución los construye como “dividuos” (al decir de Deleuze) o (al decir de Lazzaratto) como “mónadas” o “subjetividad cualquiera” o elementos introducibles en redes.
“Los comportamientos que asumen las personas, sean niñas, niños, adultos o adultas, tienen relación directa con el contexto en que se dan las interacciones. Por este motivo, en esta Guía se prefiere hablar de roles y no de perfiles. Mientras que los perfiles son fijos, y se definen en relación con la identidad o esencia de la persona; los roles son contingentes, es decir, no tienen por qué ser necesariamente «así», pueden ser de ese modo, pero también de otro. Y ahí es donde se abre el abanico de posibilidades de la intervención educativa. La inclusión de la variable temporal («en este momento», «se presenta actualmente», etcétera) relativiza las conductas evitando su cristalización (no: «Sos desobediente», sino: «Estás desobediente». O sea: «Hoy estás… así» y no «Sos… así»); lo que permite intervenir a fin de ayudar a la alumna o el alumno a modificar sus conductas. Ampliar los márgenes de comprensión de los conflictos conlleva necesariamente a los integrantes de la institución a repreguntarse acerca de sus prácticas.”[10]
Si la institución trabajaba con moldes, la astitución trabaja con contingencias. La contingencia exige desidentificar (¡impensable en una institución disciplinaria!). Evitar la “cristalización” evita la cristalización subjetiva como identidad personal. Este “evitar” la cristalización es en sí misma una práctica astituyente, pero ojo, que no es voluntariamente astituyente (1, porque la cristalización subjetiva es bastante improbable en nuestros tiempos, independientemente de la concepción educativa o de resolución de conflictos que se adopte; 2, porque, dado 1, poca otra cosa se puede hacer que evitar cristalizar, pues obstinarse en la cristalización impediría operar en la situación); sí se puede decir que la dinámica objetiva fluidificadora y la máxima ‘subjetiva’ evitadora de cristalización se sinergizan en el proceso de astituir las organizaciones sociales.
- En cuanto a los nexos o goznes entre las diferentes organizaciones sociales, si el de las instituciones aceptaban la metáfora del engranaje o el encastre, los de las astituciones aceptan la metáfora de la interfaz. Las mesas de diálogo o de coordinación entre ellas, los convenios, acuerdos-marco y demás funcionan como interfaces programadas ad hoc –y no para siempre– y como superficies de contacto entre dos cuerpos que, aunque tienen fronteras difusas, no se imbrican, no se encastran. Luego, el camino del contacto no queda establecido cuando la interfaz deja de estar. En este sentido, la interfaz es una astitución que gestiona ad hoc los intercambios entre astituciones: es fácil (o más bien, rápido) montarla y es fácil y rápido desmontarla. Esta agilidad conectiva, sin duda imposible en tiempos sólidos, va dando al ‘desconcierto’ institucional una modalidad reticular que se combina de distintas y cambiantes maneras con la modalidad piramidal del Estado.[11]
- Tomemos la dimensión cuantitativa. Las cantidades cambian su conexión práctica con las prácticas en las astituciones, al menos en dos aspectos. Primer aspecto; si las instituciones estatal-nacionales eran más bien pocas y en todo caso en número estable, las instituciones posnacionales se vienen multiplicando, como una diversificación de la oferta de servicios estatales, y sin duda seguirán haciéndolo. Otra forma en que las dinámicas mercantiles impregnan a las organizaciones, incluso a las estatales y a las sin fines de lucro. Segundo aspecto; si las instituciones sólidas se limitaban a administrar una cantidad de población básicamente estacionaria, las fluidas salen a captar a los destinatarios, y sus cantidades, más bien fluctuantes, raramente tienen un horizonte limitado (sus servicios son publicitados como “para todos”). Si los establecimientos sólidos permanecían allí, esperando bucólica o amedrentadoramente a los cuerpos que moldearían, las tiendas y stands fluidos, cuya duración es incierta y su existencia no termina de establecerse, se denuedan ‘contando palitos’[12] (cuántos alumnos, cuántos presos, pacientes, alfabetizados, rehabilitados, turistas, bacheos, pesos, leyes, convenios, etc.), como si su prestigio y función no les resultara intrínseco o mediato sino conectado con la cantidad e inmediatamente dependiente de ella. Eso mismo produce, al mismo tiempo, un cambio en la densidad de cada actuación, que deviene delgada e instantánea como una imagen en lugar de espesa y procesual como una representación. Pero no hay pérdida más que desde el punto de vista estatal nacional, pues en condiciones posnacionales significa un aumento de la agilidad conectiva de la astitución; es otra vía de impregnación de lo organizacional por lo mercantil. Es otra vía, también, de des-singularización de las prácticas, que las torna gestionables, gobernables, y las vuelve así campo de acción para un Estado en tiempos de globalización y radicalización del mercado.
- Yendo a la cuestión del nexo entre instituciones, el agotamiento del concierto institucional estatal-nacional no solo significó la destitución del encastre entre las instituciones (un proceso de la primera fluidez), sino que también deja espacio para otra modalidad de nexo entre ellas, una modalidad que podríamos llamar astituida. Se da algo así como un liberalismo conectivo, en el sentido de que no se sabe cómo se complementarán dos o más astituciones[13] o competirán[14] o producirán ‘articulaciones’ hechas con apuro y provisorias. Este liberalismo conectivo produce un enjambre bastante confuso de astituciones. En el partido de San Miguel (Bs. As.), los alumnos de una escuela secundaria de su periferia del partido recibieron hacia 2011 como subsidio unas bicicletas para ir a la escuela sin gastar en colectivo. Sin embargo, pronto dejaron de usarlas porque se las robaban. El transporte entre la casa y la escuela resulta una conexión incierta, pasible de gestionarse ad hoc. Donde no hay concierto de instituciones, no solo hay desfondamiento (como en la primera fluidez caracterizada por Ignacio Lewkowicz), sino conexión término a término, un trabajo conectivo que no puede dar por supuesto el suelo por el cual transcurrirá. “Una se convierte en especialista en interrelacionar dependencias” y “te volvés estratégica para actuar allí”, decía una operadora del municipio de Ayen, Neuquén. “Articulamos con los equipos que tienen recursos, aunque no estemos en el mismo organigrama”, contaban en un servicio de minoridad quilmeño. El trabajo astitucional, siempre territorial, debe, a falta de suelo estatal-nacional, articular con otros fragmentos que tampoco son partes de un todo (como pudo ser, por ejemplo, “el Territorio Nacional”).
Así, si la institución suponía una ligadura interinstitucional que ligaba las partes y formaba un Todo, y la destitución de la primera fluidez suponía una desligazón que convertía las partes en fragmento (tal la tesis de Del fragmento a la situación[15]), la astitución requiere de una gestión constante de conexiones (no ligaduras ni encastres) interinstitucionales que conectan los nodos y forman red (o redes, pues ninguna red es total). Debe decirse que el Todo, el concierto paninstitucional, era condición necesaria para que cada institución fuera parte, del mismo modo que la red es condición para que cada astitución sea nodo. Sin embargo, al menos tres prevenciones son necesarias: por un lado, como ninguna red es total en el sentido de abarcar o representarse como abarcando todos los elementos a conectar, el nodo no deviene parte; por otro lado, como la gestión de la conexión puede partir del o los nodos en cuestión, la red astitucional no es un presupuesto lógico o estructural de cada organización, aun si de hecho se encuentra siempre con redes cronológicamente anteriores; en tercer lugar, si el Todo era el único Todo en que una institución podía integrarse, ninguna red es única y exclusiva y siempre puede montarse una nueva red. Estas prevenciones apuntan a no confundir Todo y red, a diferenciar Estado-nación y Estado posnacional.
En ese sentido, si la ‘constelación’ de la que participaba la institución sólida tenía forma de organigramas/pirámides nacionales, la de la institución fluida tiene forma de redes nacionales y “regionales” (como se le dice ahora a “latinoamericanas”): redes transnacionales. No hay Otro del Todo pero sí hay otra red de la red.
- Una sociedad en multiplicación es el terreno de la astitución.
“La CUD [comisión universitaria de discapacidad] fue creada a fines del año 2000 donde graduados y docentes de la Universidad Nacional de La Plata, sensibles a la demanda de la comunidad y conocedores de la deuda que la Universidad tiene en este aspecto con un sector importante de la sociedad, realizamos una serie de propuestas para la inclusión de la temática de la diversidad y la discapacidad, en el seno de la reflexión, la investigación y la docencia universitaria. Siendo la misión fundamental defender el principio constitucional de igualdad de derechos.”[16]
En un sentido, la astitución es lo que sucede cuando se multiplica lo social, las funciones del Estado, las demandas, las subjetividades. Y puede decirse que la ampliación de derechos es la forma estatal de reconocimiento no-representacional de demandas. Reconocimiento no-representacional aquí significa que adopta fines más mercantiles que industriales: a cada uno su demanda, en vez de a todos la misma figura jurídica, en condiciones en que no se puede homogeneizar a los sujetos bajo la misma figura y con la misma relación administrativa.
A su vez, la ampliación de derechos es la forma de otorgar un reconocimiento que dé lugar a la macropolítica, al Estado, habilitando una operatoria de gestión ad hoc, punto por punto, más que de administración burocrática, ciega. Además, permite ‘programar’, en el sentido de indicar qué falta, de indicar déficits y evitar emergentes. Y si, de todos modos, los emergentes se presentan, pues no es posible reprimirlos, la operatoria dispone de distintos caminos: o ignorarlos lisa y llanamente (por ejemplo, no reconocer la cantidad total de víctimas fatales de las inundaciones de La Plata de abril de 2014), o atenderlos como emergencias o demandas y no pensarlos en la singularidad que presentan y su potencia de problematización de la institución fluida y el vivir juntos[17], o una combinación de ambos (por ejemplo, la atención a los damnificados por las inundaciones de La Plata de abril de 2014). De cualquier forma, la astitución opera más como dispositivo de gobierno que como dispositivo de problematización de nosotros, como dispositivo de orden más que de pensamiento singular de singularidades.
- El desarrollo de la astitución también es distinto al de la institución, así como es distinto el modo de retener a sus sujetos.
“Si bien reconocemos que los avances obtenidos hasta el momento, que hemos citado de modo ajustado, dan cuenta de un trabajo conjunto y consolidado es dable observar que haber creado mejores condiciones de acceso a la Universidad ha implicado que cada vez más personas con discapacidad se acerquen a la Universidad, lo cual ha creado nuevos desafíos para la propia comisión, y justamente la misma estructura de la CUD comienza a percibirse como insuficiente y resulta necesario redefinir los roles de cada uno de los integrantes en pos de generar intervenciones más significativas.”[18]
La dinámica parece ser multiplicación de lo social>demandificación[19]>satisfacción>multiplicación de las demandas>demandificación. La astitución, a diferencia de la institución, no logra limitar el campo con que debe vérselas (el campo que debe regular, gestionar, satisfacer, dominar, lo que corresponda según las condiciones en que se dé), y todo el tiempo debe «redefinir» sus roles, tareas, respuestas, etc.
Las «instituciones» posnacionales se erigen para detectar carencias (o porque las luchas les han hecho detectarlas) y para compensarlas. Pero su mismo «éxito» en términos de satisfacción hace que las “carencias” (también llamadas “demandas”) se multipliquen… por lo cual las «instituciones» posnacionales deben ser sumamente flexibles, reinventarse o desaparecer. Como dice María Eugenia Berón: somos “eternos sujetos carenciados de los servicios que se nos ofrecen.” ¡La inclusión es siempre deficitaria! Lo que nos confunde es que parece como si esa exclusión fuera ausencia de vida. Pero no: solo es ausencia de lo que se llama inclusión.
En ese sentido, para la astitución como instancia que reconoce derechos vulnerados o insatisfechos, la cuestión pasa por detectar y cubrir necesidades más o menos complejas (o, más bien, complicadas), pero no porque la complejidad se piense a sí misma. Que la complejidad se piense a sí misma supondría que no sea el Estado/mercado quien confirme a la persona en situación de discapacidad ni al miembro de la Comisión de accesibilidad qué le falta, para así cumplir su actuación en términos de satisfacción/inclusión.[20]
- Si la institución estatal-nacional producía y reproducía posiciones (la de familia, la de peón, jefe, médico, padre, maestro, tribunal, inspector, interno, escuela, trabajo, etc.), la institución fluida, al menos en su versión kirchnerista, repone imaginal e imaginariamente las posiciones estatal-nacionales. Pero, como no hay suelo sólido, como no hay Todo, como hay velocidad e incertidumbre y no tiempo progresivo, como hay dispersión social y precariedad laboral y de las instituciones gubernativas, esa “vuelta” de las posiciones estatal-nacionales (que el republicanismo mediático cuestiona por deficiente, contribuyendo también a la ilusión de su posibilidad) requiere un constante trabajo de apuntalamiento; los elementos sociales posnacionales, presuntamente nacionales, exigen ser constantemente repuestos, tanto por vía imaginal como por vía gestionaria.
- Cada configuración de lo social tiene su más-allá específico. Puede ser Una, que adviene y se subjetiva con la suficiente fuerza para hegemonizar otras subjetivaciones más-allá, como fue el caso del proletariado, o pueden ser varios, como en nuestros tiempos, en que ninguno se yergue como “vanguardia” de la emancipación de “la” humanidad, sino que “agrietan”[21] la dominación. En cualquiera de los dos casos, un más-allá es específico de cada configuración de lo social. Ese más allá no es sobrenatural (aunque sí lo pareció cuando su nombre fue “resurrección”) sino el nietzscheano más allá del bien y del mal, es decir, un más allá de los valores en curso. Ese más-allá, tanto como los valores en curso, es histórico, se da situacionalmente, e incluso, vista desde su más-allá, cada configuración de lo social es una organización de las relaciones de poder cuya estrategia es evitar que su más-allá (ontológico) se presente en su más acá (óntico). La configuración y su más-allá son correlativos.[22]Como no queremos emplear viejas armas para nuevas dominaciones, preguntamos por las astituciones, para preguntar por su más-allá.
No podemos, pues, si queremos situarnos, preguntar por la contra-institución que propuso el análisis institucional en los ’60 del siglo pasado. Ella se daba contra los instituidos, contra “muros de sentido”. En nuestras condiciones, los instituidos no son el primer obstáculo, salvo en el punto en que creemos que siguen en pie. Es un obstáculo creer que los poderes dominantes son “poderes instituidos” (a veces se prefiere decir “poderes hegemónicos”). En este sentido, como señala Alejandra Grego, no debemos concebir la afirmación más allá de la astitución como una “contra-astitución”, que la subvierte, sino quizá como un desvío de, o una tensión con, o una apertura en, sus automatismos. Si queremos caracterizar la astitución, la institución fluida, es porque queremos entender qué obstáculos le presenta a la autoorganización nuestra (el más-allá que 2001 presentó). Eso, por un lado. Por otro (que es lo mismo dicho desde su anverso), se trata de esclarecernos qué afirmación es la que la astitución logra evitar, qué virtual deja de efectuarse cuando se efectúa la astitución. Si vamos a seguir suponiendo que esta afirmación es la de dinamizar lo repetitivo o dislocar las estructuras, estaremos ignorando que la astitución, que es fluida, no es principalmente repetitiva o contrarreformista o contrarrevolucionaria. Si no es ni el cambio con su creatividad, ni la reforma ni la revolución, lo que se afirma más allá de la astitución, ¿qué se afirma más allá?
Al parecer, el más-allá de la astitución se abre cuando la potencia del nosotros se organiza de tal modo que convierte la interfaz astitucional en plataforma.[23] La plataforma se agencia con nosotros; es decir, tanto compone a ese nosotros como nosotros se compone con/en/“sobre” ella. La plataforma crea tiempo y espacio para pensar las tareas que tenemos (que siempre es a la vez pensarnos). Se da abriendo una dimensión micropolítica, singular, del vivir juntos.
En principio, como la interfaz-astitución no está, como la institución sólida, reduplicada con una vigilancia de los usos que se hacen de ella, casi cualquier interfaz puede ser convertida en plataforma por la fuerza autoorganizativa del vivir juntos, una fuerza que, recombinando recursos de todo tipo (individuales, mercantiles, urbanos, digitales, estatales, empresarios, artísticos, académicos, edilicios, campesinos, “institucionales”, alimentarios, etc.) puede, por retroacción, hacer de cualquier interfaz/astitución una plataforma de lanzamiento de una potencia-común.
Sigue en Astituciones V: Más-allás de la astitución
[1] Pido a los biempensantes que no interpreten que me parezcan medidas inadecuadas o indeseables. Interprétese que apunto a mostrar que alteran el funcionamiento clásico de las instituciones, fluidificándolo. Mostrar, por lo tanto, las operaciones necesarias para tolerarlas o habitarlas, y las necesarias para subjetivarse.
[2]La educación en debate n° 24, cit., p. 4.
[3] En La educación en debate n° 24, UniPe, Buenos Aires, set 2014.
[4] Silvia Vilta, directora provincial de Educación de Jóvenes y Adultos de Buenos Aires. En La educación en debate n° 24, UniPe, Buenos Aires, set 2014, subrayado mío.
[5] Matías Ostropolsky, Paula Koziura, “Análisis de un mito: la unidad”, XIV Congreso Argentino de Psicología, Salta, 2012.
[6] Muchas veces la institución fluida intenta coordinar criterios y estrategias. Será cuestión de investigar esas prácticas coordinadoras para ver cómo hacen astitución.
[7] En La educación en debate n° 24, cit.
[8] A. Dillon, Clarín, 7/4/14. http://www.clarin.com/educacion/Secundaria-recibe-titulo-expres_0_1115888407.html. Como la cita es de Clarín y generará reservas en cuanto a su confiabilidad, tal vez convenga aclarar que el CEICS tiene entre sus directivos a los académicos marxistas Eduardo Sartelli y Juan Kornblihtt y edita la revista Razón y Revolución, lo cual generará reservas, pero distintas, pues los creo honestos. (Retomaremos la cuestión de esa “fragmentación” que denuncia Dillon en el apartado V, punto III, sin denunciarla, claro.)
[9] Florencia Finnegan en La educación en debate n° 24.
“El plan FinEs ha logrado poner en diálogo al sistema educativo con lo territorial, lo comunitario y lo político. Esa es su gran riqueza y potencialidad inclusiva.”, Silvia Vilta, directora provincial de Educación de Jóvenes y Adultos de Buenos Aires. En La educación en debate n° 24, UniPe, Buenos Aires, set 2014.
[10]Guía Federal, cit., p. 12; subrayados míos.
[11] He aquí otra pregunta para la investigación: cómo se combinan las modalidades clásicas y contemporáneas de nexos y anexos entre astituciones; cómo, incluso, las modalidades clásicas que persisten (digamos, entre el Ministerio de Educación y el colegio Bernasconi) se ven modificadas en las nuevas condiciones (sea por simple ‘influencia del contexto’, por introducción de nuevas tecnologías o corrientes intelectuales o modalidades de formación, por necesidades tácticas que aprovechan o emplean inopinadamente nuevos recursos disponibles y difundidos en la vecindad, etc.)
[12] Es la expresión utilizada por un ejecutivo de cuentas de un banco. Otra expresión es ‘contar monitos’. Otra, ‘sumar puntaje’, es utilizada por los docentes en formación continua.
[13] Por ejemplo, el Fines2 y la secundaria, o el Fines2 y el trabajo, o el Fines2 y la universidad, o el Fines2 y la vida de cada uno, o el Fines2 y sus contenidos, o el Fines2 y sus sedes, o el Fines2 y sus profes, etc. (ver la diversidad de trayectorias, narradas por los mismos cursantes del Fines2, en los comentarios a http://www.clarin.com/educacion/Secundaria-recibe-titulo-expres_0_1115888407.html).
[14] Por ejemplo, hay CENS (secundarios para adultos) que pierden alumnos a manos del Fines2 (www.clarin.com/educacion/Secundaria-recibe-titulo-expres_0_1115888407.html). Como otro ejemplo, hay planes para infancia y juventud en riesgo desplegados en un mismo barrio promovidos por distintos niveles del Estado (municipal y provincial, por ejemplo) o distintas agencias (ong’s y Sedronar, por ejemplo, e incluso organizaciones sociales), que a veces logran articular y otras veces ‘tironean’ por sus operadores o sus destinatarios, y muchas otras veces dejan zonas desatendidas.
[15] I. Lewkowicz, M. Cantarelli, Grupo Doce, edición de autor, 2001.
[16]S. Katz y D. Larocca, “Políticas públicas y derechos en discapacidad: lógicas y problemáticas. Comisión Universitaria sobre discapacidad. UNLP. Argentina” , en M.A. Angelino y M.E. Almeida, comp., Debates y perspectivas en torno a la discapacidad en América Latina, UNER, Paraná, 2012, p. 118 y pássim; subrayado mío. Las autoras integran esa CUD de la UNLP.
[17] Para palpar esta problematización, y su diferencia con la oferta –gubernamental o mercantil– de soluciones, ver el apartado 5Más-allás de la astitución, especialmente el caso de la Escuela 4 de Chubut.
[18]S. Katz y D. Larocca, ob. cit., p. 126, subrayados míos.
[19] Con ‘demandificación’ intento referirme a un proceso complejo por el cual lo social queda determinado menos como sujeto que se autoafirma en una problematización y un deseo y más como actor que demanda al Estado la satisfacción o solución de unas carencias. Una astitución es en gran medida el montaje de un dispositivo que se postula como satisfactor-solucionador y por lo tanto receptor de demandas; luego, como un dispositivo que conjura la problematización autónoma (por supuesto, las conjuras nunca son totalmente eficaces).
Vemos así otra diferencia. Mientras que una institución está (ni debe montarse ni debe postularse) como representante doble, de sus sujetos ante el Todo; del Todo y su telos ante sus sujetos.
[20] La «situación de discapacidad», si no es déficit, es una complejidad cuyas potencias desconocemos a priori. La cuestión sería si investigamos potencias o compensamos carencias. Compensar/satisfacer o no carencias queda en el marco de la astitución; investigar/experimentar potencia sería ir más allá de la astitución. Volveremos sobre esto en el próximo apartado.
[21] Ver Holloway, Agrietar el capitalismo. El hacer contra el trabajo, Herramienta, Buenos Aires, 2011. La expresión es cómoda pero tiene el riesgo de imaginarizar la dominación como sólida. Si recordamos que un capítulo de ese libro dice que “la dignidad que abre grietas es una danza ligera”, podemos emplearla.
[22] Aclaración necesaria: un más-allá no es una negación mecánica de los valores en curso. El más-allá de la astitución no es su contrario; más: su contrario es interno a la astitución (o al dispositivo de dominación de que se trate), es parte necesaria de los valores en curso. En tiempos sólidos decíamos “no queremos transgredir o invertir lo dado sino subvertirlo”. ¿Qué decir en tiempos fluidos? Franco Ingrassia (La socialidad, Hekht, Buenos Aires, 2014) apuesta decirlo así: “Si en la era disciplinaria se trataba de desplegar una crítica a nuestras condiciones de existencia, en la era contemporánea nuestra tarea es la de constituir modos de vida que logren suspender nuestras condiciones de inexistencia” (inexistencia en el sentido de dispersión). Es una pista a seguir, que sigue a su vez las propuestas por Ignacio Lewkowicz y Toni Negri. Necesitamos llevarla a su vez más allá y aprehender la astitución como una condición de existencia sui generis -existencia fluida, existencia conectiva y discontinua, pero existencia al fin- para relanzar nuestra tarea de constituir modos de vida o subjetivaciones que se desvían de la época.
[23] Ver “Escuela e implicación subjetiva. Una relación en cuestión”, presentado en 2012 al equipo de la Diplomatura en Gestión Educativa de FLACSO dirigido por S. Duschatzky.