Ser sujeto de enunciación (un intercambio)

Un día

Juan Sodo me manda un posteo suyo en facebook:

“Los mejores estudiantes que tengo en la Universidad suelen ser aquellos en los que se verifica el dicho “Aprende el que quiere”. No tanto en su sentido voluntarista y meritocrático (“el que pone ganas”, “el que se esfuerza”…) como en su sentido afectivo: aprende el que es capaz de afecto hacia alguna de las dimensiones propias del aprender (una situación, un proceso, unas preguntas, un encuentro, unas personas, unos textos…). Sabido es que no hay producción de conocimiento sin disposición amorosa (lo saben bien quienes tienen el mal tino de hacer carreras académicas alrededor de unos objetos de estudio que en el fondo les dan medio lo mismo…). Dicho de otra manera: para conocer algo, hay que quererlo.”

Y, como está leyendo mi Esto no es una representación, me pregunta si ese «querer» será condición de posibilidad de la expresión.[1] Sigue mi respuesta.

Hola, Juan. Acabo de terminar la cursada en Unpaz de la materia psicología institucional y gracias a tu libro, o a un par de los capítulos de ese libro, de los que ya hablamos, me salió decirles a les estudiantes, como una moraleja final, que sean sujetas y sujetos de su propia enunciación, que sean sujetos de cultura, que se junten con otros para lanzarse a eso…Y vos sabés que se lo tomaron muy en serio, les pareció muy importante. Uno tiene que asumir el lugar de transferencia en que los estudiantes lo ponen y bueno, les dije que el hacerlos trabajar en grupo fue para promover/propiciar el que sean sujetos de su propia enunciación, que para lanzarse a eso hay que juntarse con otres. Así que el posteo de Facebook que me mandás tiene mucho que ver, pero quiero decir algo. Vos decís, cuando terminás, “resumiendo, para conocer algo hay que quererlo”, pero por lo que decís antes no es querer “algo”, es querer el conocer.

Así que hay que querer dos cosas: el objeto y la actividad. El objeto a conocer y la actividad de conocer con sus múltiples dimensiones. A veces nos gusta más alguna dimensión que otra. Qué se yo, a mi particularmente no me entusiasma mucho ir al archivo a remover fuentes y me gusta más la parte de conectar las fuentes entre sí. Puede haber otras dimensiones que a uno le gusten o disgusten.

Pero más allá de esta precisión, me parece muy importante introducir la cuestión del afecto en la actividad intelectual. Me parece que es una forma de no caer en lo académico o por lo menos de intentar zafar de lo académico –porque hay académicos apasionados que plasman su pasión de manera académica y no logran zafar. Pero está bueno introducir lo afectivo también diferenciándolo de lo meritocrático. El querer que planteás vos no es querer en un sentido de ponerle huevo, ni en el sentido de ambicionar; se trata de querer en el sentido de desear.

No es un querer altruista, sí es un querer singular que en su propia singularización afirma lo universal a la vez. Pero no por altruismo sino por ‘singularismo’.[2]

Dicho esto, puedo responder si ese querer es condición de posibilidad de la expresión. Y sí: la expresión se trata de una singularización colectiva. Una expresión que puede tener como escriba o como un locutor a una persona individual, pero esa persona individual es el emergente de una red cooperativa que se singulariza en una cadena de expresión que puede salir de una pluma individual o de una boca individual.

Pero, por otra parte, yo pienso la expresión como algo a lo que nos mueve una vibración, un encuentro vibrante. Un encuentro nos mueve a otro encuentro, un encuentro con los signos mismos, un encuentro con esa sorpresa que es, a veces, una cadena de expresión. Entonces habría que ver cómo relacionar vibración y querer, deseo; creo que se pueden relacionar, pero no son estrictamente lo mismo.

Y creo que la relación entre vibración y deseo puede venir por este lado: que expresar una vibración es querer que la vibración se proyecte hacia otra cosa, es querer que la vibración siga, y que siga por otros medios. Quizás te hace vibrar el encuentro con la música o el encuentro con una mujer y querés que siga a través de un poema, o a través de una pintura o a través de un ensayo o una escultura o una murga, lo que sea, pero hay una dimensión del querer sin duda y tiene que ver con querer que se proyecte.

Juan responde: “Disposición afectiva a la vibración. Ahí está el querer.”

Se me hizo necesario aclarar algo. El encuentro puede ser un encuentro hermoso como un encuentro con una música, o una mujer o una obra de arte; o puede ser un encuentro no tan lindo como con la contaminación por glifosato. Investigar cómo el glifosato ha contaminado y divulgar esa investigación, son actividades intelectuales y no solo intelectuales, a veces performativas, que también son expresiones. Un informe sobre cómo aumentaron los casos de cáncer en determinada zona regada con glifosato, bueno, también puede ser un procedimiento de expresión y ni hablar del caso que está en Esto no es una representación del encuentro con los desaparecidos. En estos casos también hay un querer que tiene que ver con un hacerse afectar y un querer afectar.

Otro día

Juan Sodo, al leer Esto no es una representación, me pregunta por mi interéspor los signos y los regímenes de significación.

Le contesto: Me parece que preguntarse por los signos es una forma de concretar su propuesta a les tesistas e investigadores de convertirse en sujeto de la propia enunciación; hay que problematizar ese material (el sígnico), ese elemento que nos permite enunciar, para ser sujeto de la enunciación. Ahora, el interés por los regímenes de significación seguramente tiene que ver con lo que acabo de decir pero explícitamente me vino a mí por mis ganas de que la idea de fluidez no haya sido una idea coyunturallewkowicziana(de la coyuntura de 2001) sino una tesis epocal.

Así, mi idea era que para demostrar que la fluidez continuaba a pesar de la “vuelta del Estado”, como le decían los kirchneristas, había que demostrar que no había vuelto la ideología, no había vuelto el régimen de representación. Después de los años de insignificancia o de subjetivación, que fueron los 90’, había vuelto un régimen de significación precario o fluido. Así surgió la idea de imaginalización o de imaginal como un camino para demostrar que la solidez no podía volver, pues el régimen de signos era fluido (no significante como en solidez ni insignificante como en la primera fluidez, sino simulador de significaciones, que por simuladas son precarias, o por precarias son simuladas).

Me responde: No preguntaba de dónde te viene el interés o la implicación o la inquietud por el problema de la enunciación, de la expresión y por ende la problematización de todo aquello que la impide o que la coarta. Me refería en concreto a tu interés y atención en la palabra “signo”, en los signos. Me parece llamativo porque nadie…o sea ensayistas, pensadores, intelectuales, amigos, amigas, contemporáneos, utiliza esa terminología, “los signos”, que bueno, es una cosa más semiológica ¿no?, que viene de Saussure, Pierce…incluso el modo que vos tenés de escribir, de esquematizar o de pensar también es atípico, en ese sentido. La cosa matemática, las fórmulas, los esquemas, bueno, me refería más que nada, como detalle, a si vos serías capaz de registrar una genealogía de eso, como es que terminás atendiendo a esos términos, a hablar en términos de signos.

Le digo: Es verdad Juan, no hay mucha gente atendiendo al signo como, digámoslo así, objeto de estudio, de reflexión o de ensayo. Yo sí tengo localizado cómo surge mi interés en él; una es que me gustó mucho la materia semiología del CBC y la otra es más cercana pero tampoco tan cercana. Nacho, en el prólogo de Pensar sin Estado cita a Ernesto Kreplak, que define la fluidez como la conexión aleatoria entre dos puntos. Siempre entendí que esos puntos pueden ser cualquier tipo de elemento social: la fluidez sería la conexión aleatoria entre clases, la conexión aleatoria entre un trabajador y su trabajo, conexión aleatoria entre dos instituciones, incluso entre leyes; cualquier elemento social sería un punto que se conecta aleatoriamente con otro en la primera fluidez. Después yo definí la segunda fluidez como la conexión precaria entre dos puntos cualesquiera y cuando tenía que meterme en el campo que Bifo llama la semiósfera, bueno, los puntos eran los signos, las imágenes que predominan en nuestra semiósfera eran signos. Como yo entiendo que las palabras también son imaginales hoy en día, tenía que hablar de signos y no de imágenes, necesitaba una palabra que incluyera tanto a las imágenes como a las palabras, como quizás a los olores y a todo tipo de signo. Tal vez también tuvo alguna influencia el hecho de que Bifo hable de semiocapitalismo; a mí su libro Generación Post Alfa me marcó mucho como para entrar en la reflexión sobre la segunda fluidez. Creo que en un capítulo que, si no recuerdo mal, se llamaba “Infotrabajo y precarización”, Bifo decía algo sobre los signos y decía que la producción hoy en día (era 2007) es manipulación de signos. Así que podría ser que ese sea el punto de partida de mi interés por los signos.


[1] Dos artículos donde ver a qué llamo expresión: El Siluetazo, su estela y los derechos humanos como sismos de expresión o La cultura como cadena de expresiones.

[2] Juan comenta: “es un querer vitalista”

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