¿Contactos sin vínculo? Un bosquejo de la vincularidad fluida

 

Por Pablo Hupert y Franco Ingrassia1

No sé nada de estos temas pero me parece que te hacés la loca de superación moral contemporánea, mezcla de partisana combativa del instante con chica sedimento. Todo medio en vano. Vos y yo sabemos que en el fondo sos bastante bambi. Ese semblante travesti anti emo que me hacés para aumentar el rendimiento de tus convicciones me hace un poco mal. Hablame. No te pido nada raro.

Cápsula Duvain2

 Entreveros y afinidades DOS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Publicado en Hernán Altobelli, Pablo Farneda y Lila Grandal compliadores (2014). Entreveros y afinidades. Clínica, ética y nuevos dispositivos. Buenos Aires: Editorial Fundación La Hendija

 

 

El agua y el aceite no se mezclan. Las lógicas vinculares, sí. Se entreveran y crean formas históricamente nuevas. Percibirlas es el propósito de estas líneas.

I. Épocas

Nos proponemos pensar ciertas alteraciones epocales en los modos de la vincularidad. Esta propuesta necesita explicitar algunos de sus presupuestos. Llamamos “época” a un conjunto de condiciones. Si una ‘determinación’ incide de modo unívoco sobre una acción imponiéndole un curso único, una ‘condición’ es un modo de afectación que siempre deja más de una alternativa. En este sentido, podemos pensar una época como un conjunto de condicionamientos para el desarrollo de la vincularidad, pero no un orden de determinación del cual podamos deducirla unívocamente. El margen abierto por un conjunto epocal de condiciones permite el espacio para la decisión singular, para la disposición estratégica, en mayor o menor tensión con aquello que la condiciona. Así es que podemos delinear una serie de periodizaciones epocales, distinguibles por el cambio cualitativo del conjunto de condiciones vigentes, y las figuras vinculares predominantes en cada época.

Sin pretensión de exhaustividad, querríamos situar como punto de partida una época que denominaremos “sólida” y que se corresponde, aproximadamente, con el período histórico comprendido entre el final de la segunda guerra mundial y mediados de la década del 70 del siglo XX. Un régimen de acumulación económica basado en el capital productivo, una modalidad de organización del trabajo, el fordismo, y una configuración de los modos de gobierno de lo social centrada en el Estado-Nación como instancia de meta-articulación de una serie de dispositivos institucionales específicos (escuela, hospital, cárcel, cuartel, manicomio, familia, etc.) materializan las condiciones de solidez para el desarrollo de un modo de vincularidad cuya figura predominante (aquella que presenta la mínima tensión con las condiciones epocales) denominamos “relación” o “vínculo” en sentido estrecho. Si concebimos las condiciones de solidez como aquellas que generan una primacía de la estabilidad sobre la inestabilidad, entonces la relación será un tipo de vincularidad estable, sólo sometida al cambio a partir de una intervención subjetiva crítica o de ruptura.

Con la segunda mitad de la década del 70 comienza un cambio de condiciones que leemos como “dispersión” o “primera fluidez” y que se extenderá hasta los primeros años del siglo XXI. La primacía del capital financiero sobre el productivo, las dinámicas posfordistas de producción y una configuración de los modos de gobierno de lo social atravesada por las lógicas neoliberales, con la consiguiente mutación del Estado en un dispositivo “técnico-administrativo” en el marco del desarrollo de la globalización. Los dispositivos institucionales propios de la época sólida atraviesan procesos de crisis y privatización. La lógica de mercado, en su dinamismo motorizado por la búsqueda de la máxima rentabilidad, comienza a tener una incidencia mucho más profunda que la lógica estatal –anteriormente más centrada en instaurar prácticas de disciplinamiento–, en la composición y descomposición de los lazos sociales, otorgando ahora a la inestabilidad la primacía sobre la estabilidad. En los modos de vincularidad, la figura predominante es aquella que denominamos “fragmentación”.3 Las alteraciones se producen ahora no por intervención subjetiva sino por el dinamismo que impone el conjunto de condiciones, erosionando las configuraciones sólidas desarrolladas en la época anterior. Esta primera fluidez aparecía como proceso de expansión del capitalismo financiero y de destitución o desconfiguración de las formas sociales y vinculares sólidas,4 y acarreaba desexistencia5 o desubjetivación.

El inicio del siglo XXI abre un período que llega hasta nuestro presente y que denominamos “segunda fluidez”. Aquí la variación fundamental pasa por la emergencia de una serie de procedimientos capaces de producir composiciones más o menos duraderas en la dispersión, sin que el conjunto de condiciones previo se vea globalmente reemplazado. Si bien la dispersión persiste como fondo de las configuraciones vinculares contemporáneas, es posible observar en ellas una nueva operatoria. Es decir que la variación epocal estaría dada, más que nada, por la aparición de nuevos recursos subjetivos. Agotada la fase en la que la dispersión actuaba fragmentando las configuraciones sólidas previamente constituidas, persiste como fondo sobre el cual se desarrollan nuevos modos de vincularidad. Una nueva forma de estatalidad, el “Estado posnacional”, despliega un nuevo poder de acción, no ya meramente técnico-administrativa pero tampoco restitutiva de la función meta-articuladora de dispositivos institucionales en el marco de un gobierno sistémico de lo social, como resultaba posible en condiciones de solidez. El capitalismo adquiere una dimensión recombinante (“negocios a la velocidad del pensamiento”, dirá Bill Gates) que reactiva su dimensión productiva en el marco de una dimensión financiera que continua siendo hegemónica. Y comienzan a perfilarse modalidades de la vincularidad que van más allá de la fragmentación de las relaciones. Nos encontramos con vincularidades que ya no son pervivencias más o menos fragmentarias de épocas anteriores sino que han sido generadas en condiciones fluidas. “A diferencia de las estructuras de relaciones (que resaltan el compromiso mutuo y excluyen o soslayan su opuesto, el descompromiso) las redes de conexiones representan una matriz que conecta y desconecta a la vez.”6 Esta fase de la fluidez no destituye configuraciones sólidas ni tampoco, por supuesto, las instituye, sino que ‘astituye’ configuraciones fluidas.7 Esclarecernos qué significa una vincularidad fluida –sin suponer que se trata de una restitución– es el propósito de estas notas.

Es allí –aquí– que emergen al menos dos figuras que querríamos desarrollar un poco más. Por una parte, y en menor tensión con el conjunto de condiciones de la época, la del ‘contacto’. Un modo de vincularidad ambivalente, precario, que tiene tantas chances de sostenerse como de desaparecer. Y por otro, con un mayor grado de tensión con la época –y por tanto, con una mayor exigencia de intensidad subjetiva en su constitución– la figura de la ‘trama consecuente’, es decir, aquella vincularidad que se compone de forma continua e inmanente haciendo de la producción de consecuencias el criterio que orienta dichas composiciones.

Esbocemos con algunas viñetas la sociabilidad contemporánea para comenzar a bocetar una caracterización.

II. Viñetas de contactos sin relación

Yo no tengo amigos; yo tengo contactos”. Chiche Gelblung.

A veces, en nuestros tiempos, encontramos vínculos como los de tiempos sólidos, y la restitución parece campear. Pero en algún momento su fragilidad se hace patente. Una escena de la película Laberinto,8 “Sarah’s room”, ofrece una metáfora. Sara, la protagonista, una adolescente que tiene que incursionar en un laberinto de fantasía en busca de su medio hermano perdido, se encuentra con una especie de bruja que le reconstruye su habitación. De repente, todo vuelve a ser familiar. La bruja quiere que abandone la búsqueda. El diálogo es aproximadamente el siguiente:

Sara: -No sé qué estaba buscando.

Bruja: -No podés buscar si no sabés qué buscás. Tomá. Mirá qué lindo osito.

Sara: -¡Sí, mi osito!

Bruja: -Aquí está tu habitación. Entrá. Mirá qué linda.

Sara: -Ah, sí, qué lindo… ¿pero no estaba yo buscando algo?

Bruja: -Mirá qué lindo este peluche.

Sara: -¡Ah, sí!, me gusta» –y lo agarra–, ¿pero no estaba yo buscando algo…?

Y así sucesivamente… Sara vacila, se deja tomar por los bellos objetos que colman su habitación de princesita norteamericana… Le cabría lo que escribió López Petit: “Para el hombre anónimo, la crisis de sentido no es una apertura al vacío porque su/nuestro vacío está demasiado lleno de mercancías.”9 Pero Sara decide que no, que falta su hermano. “¡Esto es basura!”, dice, arrojando los muñecos contra la pared, y toda la habitación se desploma como cartón pintado: los juguetes, los muebles, las paredes… y de vuelta al desierto/laberinto de lo real.

En el vínculo contemporáneo, la precariedad es sustancial y no adjetiva. Incluso cuando nuestras habitaciones (que aquí tomamos como metáfora de los vínculos contemporáneos) parecen sólidas, las permea la posibilidad de desplome. El fondo social sobre el que están construidas no otorga una base sobre la que asentar sus cimientos.

Probemos con viñetas tomadas del anecdotario cotidiano. Alicia tiene dos trabajos estables: vicedirectora de un secundario y coordinadora académica de un instituto terciario, ambos privados. Además, al tiempo que continúa formándose, consigue o le encargan trabajos ocasionales –más de los que le caben en la agenda y en todo caso más de los que puede desempeñar su cuerpo. Le preguntamos por qué los acepta, y siente que no puede decir que no a los que los solicitan; también, teme perder sus puestos estables; a la vez, está endeudada, y debe cubrir sus deudas. Así, aparecen dos condiciones epocales. Por un lado, un trabajo estable no acarrea la seguridad contractual que comprendía la relación salarial clásica, sólida; que el salario no alcance a la vez que el consumo es indetenible, también significa que el endeudamiento debe aumentar. El trabajo, vínculo basal de tiempos sólidos, es relación precaria en nuestras condiciones. A cambio, y esta es otra condición epocal, nuestras condiciones ofrecen una dispersión de trabajos que conseguir, tanto “changas” como puestos estables: los logros personales, como los que tiene Alicia, no se inscriben narcisísticamente (“nunca sé si lo que hago está bien”, dice) pues el reconocimiento, si le llega, no le llega de una fuente unificada y estable sino de una dispersión de ellas (el jefe del terciario, la jefa del secundario, amén de los compañeros de ambos lugares, los alumnos de las clases especiales que da por única vez, la fluctuante concurrencia a los grupos de estudio a los que, siempre que puede –y no siempre puede–, asiste…); cada fuente de reconocimiento tiene una demanda variable e inseguridades propias. La economía no asegura el trabajo; éste no asegura el ingreso suficiente para el consumo, que no asegura encontrar medida; los logros no apuntalan la personalidad; cada puesto multiplica las tareas y los requerimientos; todos esos ámbitos piden más al sujeto, pero este no puede prever qué le demandarán ni cuánto les resultará suficiente; todos esos ámbitos se presentan como fuente de satisfacciones pero el sujeto experimenta frustraciones al pasar por ellos y nunca colmar expectativas (ni las ajenas ni las propias)… La precariedad es intrínseca a los vínculos y no su adjetivo. Una cosa lleva a la otra, una cosa conecta con otra (o mejor: una dispersión de cosas o puntos sociales establece una dispersión de conexiones contingentes con una dispersión de otros puntos), pero no se sabe por qué vías irán las conexiones ni con qué resultados; también a esta incertidumbre, a este vértigo configurador-desconfigurador-reconfigurador-sin-fin lo llamamos inconsecuencia. Conectar no es relacionar, no es vincular en sentido estrecho.

Un docente estatal o un investigador del Conicet tienen quizá puestos más estables aun. Sin embargo, también allí una capa de condiciones laborales estables se conjuga con una capa de contingencia áulica, una capa de precarización vía endeudamiento, una capa de narcisismo vulnerable… ¡Es hojaldrada la experiencia subjetiva en condiciones de dispersión!

Otra viñeta. Gonzalo aun no vive con Marina pero ella muchas veces duerme en la casa de él. Un martes a la mañana temprano, en las corridas rumbo al trabajo, intercambiaron mensajes por whatsapp y acordaron que al salir él del trabajo y antes de entrar a cursar en la facultad hablarían por teléfono para quedar para cenar y luego ir juntos a pasar la noche a lo de Gonzalo. Gonzalo lo olvidó y esa noche recibió un furioso reclamo de Marina porque no la llamó a la hora convenida. En condiciones de dispersión, ¿podemos asegurar que ese olvido fuera signo de desamor? Marina dijo eso, y Gonzalo solo balbuceó “estaba dormido, estaba apurado, tenía la cabeza en las cuarenta cosas que debía hacer, me olvidé”. No hablaron por días. Uno de esos días de desconexión vimos a Gonzalo, que contó esto muy angustiado. En tiempos de égida de la imagen, sólo cabe el reconocimiento pleno de mi propia plenitud. Si el reconocimiento que Marina recibía quedaba manco, su plenitud también.

Una paciente de Hugo se pasa las sesiones lamentando que su novio “no se pone los pantalones”. Ella gana más que él, con lo que las condiciones efectivas de la pareja no son las del matrimonio sólido pero aun así circulan las imágenes de esa configuración vincular, y el novio se siente en falta. Que circulen representaciones de los de tiempos sólidos no significa que mantengan su eficacia instituyente de vínculos.

Del mismo modo, un grupo de amigos funciona si acuerdan todo plena e instantáneamente. Tomemos por ejemplo la publicidad de Fernet Branca “estamos de acuerdo” de marzo de 2014,10 que presenta situaciones en las que cuatro amigos se ‘autogestionan’. Arrojados de un avión y con sus paracaídas aun cerrados, uno de ellos grita “Vos lo abrís a los 3000 [metros]; vos, a los 2500; vos, a los 2000; yo, a los 1800”, para inmediatamente preguntar “¿Estamos de acuerdo?” y, al tiempo que entrelazan sus manos, recibir a coro un unisonante “¡Estamos de acuerdo!”. La autogestión fácil e inmediata y el acuerdo automático y liso se repite en un par de situaciones adrenalínicas más para sentenciar “Fernet Branca. Estamos de acuerdo”. Las publicidades contemporáneas tienen un ideal colectivo: disfruto con otros si disfrutan lo mismo que yo igual que yo; es decir, si los otros no son otros sino miembros idénticos de la misma comunidad de goce. El bienestar grupal es posible si no pone conflictos que trabajar, si es automático, si no da trabajo.11

Si bien es posible y estratégico establecer una correlación efectiva entre procedimientos recombinantes del capital global y la forma “contacto” de la vincularidad, es inconveniente reducir las formas de subjetivación e interacción a las económicas y no percibir su dinámica autónoma. Condiciones y no determinaciones, decíamos al comenzar. Ciertamente, las condiciones materiales de vida de hoy (su velocidad, su dispersión, su incertidumbre, el “esclavismo celular”,12 etc.) dejan poco tiempo y poca energía disponibles para un trabajo vincular consecuente. Pero al mismo tiempo, construyen y son construidas por una subjetividad que, constitutiva y espontáneamente, no cuenta con recursos para componerse con lo común que la constituye a sus espaldas. En otras palabras, en su operatoria automática, la subjetividad contemporánea no tiene posibilidad de soportar un proceso que no tenga a priori una imagen que la oriente como brújula, no tolera dar tiempo a dejarse afectar por lo ajeno y nuevo, común e impropio. Pero Sara abandonó su primorosa habitación y salió al laberinto que para ella constituía el desierto de lo real (volveremos sobre esto).

Unas viñetas traídas de Facebook no pueden faltar en un texto sobre la vincularidad actual, en tanto “el paradigma conectivo se emplaza como marco de referencia para toda otra forma de interacción social,”13 en tanto “con branquias de Google a estas alturas respira ya un montón de gente, con los ordenadores apagados, en cualquier momento de sus días.”14 En la página “APS Adiós para siempre”, se plasman de modo ¿caricaturesco? el requisito relacional de pura semejanza y la facilidad para romper un contacto.

¿Vas a ver Blur?

Obvio, soy re fans.

¿Re qué?

Fans.

Fan.

Sí, lo que estoy diciendo, fans.

Adiós para siempre.

¿Salimos esta noche?

Dale, ¿a dónde vamos?

Hay un bar nuevo que me gusta cerca de casa.

Buenísimo.

Y justo toca una banda tributo a Sabina.

Adiós para siempre.

Vamos que llegamos tarde.

Esperá que me saco una selfie.

Adiós para siempre.15

En condiciones de vincularidad conectiva, el acuerdo con mis contactos debe ser inmediato, pues el desacuerdo no se puede procesar ni la enemistad sostener. JuanD escribió, en el “muro” de un grupo virtual, algo acerca del chavismo. Otros miembros del grupo hicieron varios comentarios; se configuró un ámbito de intercambio muy interesante, siendo los comentarios de Aa en particular los que más duramente cuestionaban el enunciado inicial, y JuanD decidió bloquearlo. “Adiós para siempre.” Quizá este resultado fuera previsible, pero tuvo un efecto inesperado: Aa no pudo acceder más al hilo de ese debate, pues partía de una publicación de JuanD. No se conoce la condición que nos hará perder la ‘pertenencia’ a la comunidad recién montada; a esto también llamamos precariedad vincular e inconsecuencia. Sin embargo, a la vez, Aa pudo volver a acceder empleando otro perfil de usuario; nuevamente, inconsecuencia. Acceder, forma fluida de vincularidad, no es relacionarse.

Se plantea como prácticamente necesario que cada uno cuente con un ‘ejército de reserva de contactos y de perfiles’, tanto para sortear eventuales bloqueos como para que siempre haya alguno online que me ‘gustee’16 o comente sin demora lo que posteo en las redes sociales virtuales. ‘¿Me molesta uno? Lo bloqueo; total, tengo otros 500.’ La relación escasea, el contacto abunda.

El otro ya no es conflicto a procesar singularmente ni a disciplinar sólidamente, sino contacto precario/bloqueable. También ocurre en la crónica diaria. Cuando se pide “seguridad”, entendida como sinónimo de “tolerancia cero”, no se pide orden en el sentido sólido; se pide represión desnuda, y no dispositivos disciplinarios de producción y reproducción del lazo social. La gendarmería rodea las villas no para ordenarlas sino para poner un muro que preserve la tranquilidad de “los vecinos”, esa “gente honesta”. Se trate de muro físico, cordón policial, cordón mediático u otro, este tratamiento del delito no implica disciplinamiento social con sentido. El APS funciona también con las computadoras apagadas. En el ámbito escolar, la medicalización del alumno ‘indisciplinado’ también es una intervención que tampoco implica disciplinamiento con sentido (ni consentido). Controlar no es disciplinar.

Podríamos decir que la vincularidad inconsecuente es la madeja que ocurre entre la plenitud de la clonación y la plenitud del APS, en condiciones prácticas bajo las que ninguna de esas plenitudes es sólida; las permea la precariedad –la facilidad de desconexión de lo conectado tanto como la facilidad de reconexión de lo desconectado. Entre estos extremos imaginalmente plenos, se da una profusa dispersión de conexiones inconsecuentes que pueden (y quieren) parecer sólidas (y hasta creen serlo), pero que no debemos apresurarnos a asimilar con las relaciones sólidas y la operatoria que nuestras prestigiosas bibliografías les atribuyen ignorando el cambio epocal. Necesitamos investigar en el campo mismo cómo se da el contacteo inconsecuente, pero al mismo tiempo, y recursivamente, debemos liberar de viejas representaciones y sensibilidades nuestra percepción.

Decíamos al comienzo que la égida del capital del mercado global es un fondo de condiciones que permea la vincularidad contemporánea promoviendo la inconsecuencia del contacteo. En condiciones de exceso de estímulos, tanto la repetición como la innovación tienden a la inconsecuencia. La dispersión es también inconsecuencia, proliferación desarticulada; más que “huelga de acontecimientos”, hay rarificación de las consecuencias, erosión de las fidelidades. Si leemos el goce como deseo inconsecuente, veremos que el mercado contemporáneo –promotor de bienestar en la cultura17– opera en la inconsecuencia; esto es, rentabiliza la contingencia de las conexiones. Pero lo mercantil, lo inconsecuente, no se limita a lo económico. La operatoria de mercado (que podemos definir formalmente como rentabilizadora de las contingencias y ‘aleatorizadora’ de las conexiones) extiende la inconsecuencia articulatoria a todos los campos de lo social: no sólo el intercambio y las finanzas, la producción y el consumo, también la estética, la medicina, la escuela, la organización empresarial, la organización estatal, la organización no gubernamental, la familia, la vinculación de cada sujeto con sus gustos… El funcionamiento mercantil prevalece, no cuando caen los valores o se rarifica la capacidad de crítica, sino cuando se producen fragmentos-mundos sin fondo común. Si “cada persona es un mundo” (como dice el eslogan de una conocida compañía de telefonía celular), entonces los contactados no compartimos un mundo que integrar y donde relacionarnos sino que somos mundos que se conectan contingente y precariamente. Hay quizá terceridades, mas no Terceridad.

III. Más allá de la inconsecuencia

La extensión global del mercado, su poder de permearlo todo, no explica todos los modos de la vincularidad contemporánea, pues es una condición y no una determinación. También hay vincularidad consecuente, más allá de la astitución, en tensión con la época –y, por tanto, con una mayor exigencia de intensidad subjetiva, con menor automatismo–. Después de todo, Sara salió de su habitación de cartón pintado. Sin embargo, “no se sale solo de la prisión del yo.”18 Sara recuerda lo que estaba buscando y (consecuentemente) abandona la habitación cuando se compone con una frase de un libro que encuentra allí y algunos compañeros con los que se ha vinculado en el camino.

El espacio del que disponemos en estas páginas alcanza para mencionar sucintamente una modalidad de vinculación que, sin borrar las condiciones fluidas y precarizadoras, trabaja componiendo una y otra vez lazos y produciendo consecuencias a partir de lo que se compone. Una práctica relacional que se está dando entre nosotros nos sugiere la figura del acuerdo dinámico.

En una organización popular que apunta a la organización política horizontal y en la que tanto el equipo pedagógico como el estudiantado cambian con gran dinamismo, los criterios y los acuerdos que se van construyendo en base a nuestra práctica también cambian dinámicamente. Es por eso que la discusión y el conflicto canalizados constructivamente son… necesarios. En el mientras tanto, vamos ensayando las maneras, con equivocaciones y contradicciones, y estableciendo criterios para el desarrollo de la experiencia.”19

Se configura así un espacio de vinculación, de desarrollo de experiencia, que no restaura imaginalmente solidez, que se abre más allá de esa exigencia de clonación reconfortante instantánea y de esa facilidad para el “APS” que caracterizan el espacio de contacteo inconsecuente. Convergentemente, Mario Barrios, Presidente de la Cooperativa de reciclaje UST, decía que un momento fundamental de la jornada era la charla con los compañeros, mate y bizcochitos de por medio.20 “Hablame, no te pido nada raro,” diría Cápsula Duvain. No será raro, pero acordar dinámicamente las condiciones comunes para el desarrollo de una experiencia común está en tensión con las condiciones de la época. No será raro, pero requiere lanzarse a un proceso sin imagen previa y sin medida. Requiere, como decíamos junto a Negri, participar de una “teleología de lo común, esa teleología que se abre creativamente a cada instante, a la desmesura del porvenir”21 en el presente.

Claro, semejante actividad es un lance que arriesga naufragar.

Sin embargo, no es naufragar lo que buscamos. Buscamos tierras nuevas. Y encontramos tesoros insospechados. Pero la mejor riqueza no es el tesoro, sino, en [la travesía], no separarnos, no dejar de confiar! […] Todo este delirio funciona… cada día es un nuevo presente […] Es bancándonos que nos transformamos en este viaje.

Nuevas tierras!!! Colonizadores de nuestras vidas y no ya simples colonizados!!!”22

Estos colectivos subjetivamente intensos, tejiéndose en diversísimas actividades escolares, teatrales, feriales, cooperativas, políticas, o en textos, o en un dispositivo de supervisión colectiva “donde el juego predominante es crear formas de entramar líneas de sentido que siempre son con el otro u otros”23 producen una alegría, que es “la alegría de saberse tejidos”.24 Esta alegría y esta trama implican y transportan consecuencias.

IV. Por consecuencia

Destilemos este recorrido. En condiciones sólidas, la vincularidad se da con una Terceridad (Estado-nación, Ley simbólica, moral, o como se la quiera llamar según el punto de vista). Los lugares vinculares están instituidos y ‘esperan’ a sus ocupantes.

En condiciones de primera fluidez, la vincularidad se da sin una Terceridad. Los lugares vinculares quedan destituidos. Quedan fragmentos, que se relacionan entre sí con modalidades que oscilan entre el “galpón”25 y el puro cuerpo a cuerpo.

En condiciones de segunda fluidez, la vincularidad se da con alguna terceridad (así, en minúscula, que pueden ocasionalmente ser un Estado posnacional, una red social virtual o el mercado global, tanto sucesiva como simultáneamente). Esta terceridad proporciona algunos protocolos de interacción, pero no suelo común.

Ahora bien, ¿qué significa «terceridad» con minúscula? Significa, por lo menos, tres cosas. Primero, que es inmanente a los términos que conecta (mientras que la Terceridad era trascendente a ellos: así, por ejemplo, legislaba los roles matrimoniales aun antes de que dos se casaran y aun después de que tal o cual matrimonio terminara). Segundo, significa que no hay una terceridad dominante. Hay dispersión y no concierto de terceridades: Facebook, universidad, sindicato, Anses, club, congregación, Twitter, tribunales, etc. Estas terceridades no hacen Uno; ninguna meta-institución las coordina o concierta como hacía el Estado-nación. Tercero, cada terceridad es inestable en sí; por ejemplo, el mercado global (en sí mismo una dispersión de redes), el dinero, los trending topics26 de Twitter (que orientan como referencia ‘tercera’ a dos puntos cualesquiera solo mientras los orientan –hasta que dejan de ser trending topics), o las disposiciones de la AFIP, etc.

Otra destilación correlativa es posible. En solidez, los dispositivos disciplinarios naturalizaban las consecuencias; a tal punto que predominaba la repetición. En la primera fluidez, los flujos licuaban los lazos sociales, incluyendo los lazos entre premisas y consecuencias; a tal punto que predominaba la desconfiguración. En la segunda fluidez, los flujos montan y desmontan, de modo recombinante, las relaciones entre un instante relacional y el siguiente; nuevamente predomina la inconsecuencia, pero no ya como principio de desconfiguración sino como principio de configuración montable y desmontable (lo que, en un sentido, Deleuze, siguiendo a Simondon, llamó modulación o moldeado autodeformante27, y lo que, en otro sentido, Berardi llamó recombinación28).

Cuando el automatismo epocal es constantemente autodeformante, la singularización subjetiva no consiste en romper con unas formas instituidas de vincularidad sino en producir consecuencias allí –aquí– donde el contacteo configura-desconfigura-reconfigura-sin-fin-y-velozmente toda forma y la convierte en interacción inconsecuente. No se trata de que una identidad yoica o grupal sea consecuente con su doctrina (una pretensión sólida), sino de que la productividad y alegría de un tramar se continúen en otra productividad alegre de otro tramar.

Pablo Hupert

Franco Ingrassia


1 Publicado en Altobelli, Farneda y Grandal (comp.), Entreveros y afinidades. Clínica, ética y nuevos dispositivos, Fundación La Hendija, Buenos Aires, 2014.

3 Ignacio Lewkowicz, Mariana Cantarelli, Grupo Doce, Del fragmento a la situación, Altamira, Buenos Aires, 2003.

4 Ignacio Lewkowicz, Pensar sin Estado, Paidós, Buenos Aires, 2004.

5J. Puget, “Sujetos destituidos en la sociedad actual. Testimonio mudo del des-existente”, Página/12, 26/4/01.

6Zygmunt Bauman. Amor Líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, FCE, Buenos Aires, 2003.

7 Para la noción de “astitución”, https://www.pablohupert.com.ar/index.php/tag/astitucion/ o El bienestar en la cultura y otras composiciones precarias, Pie de los Hechos, Buenos Aires, 2012.

8Labyrinth, escrita por Dennis Lee y Jim Henson; protagonizada por David Bowie, Jennifer Connelly y Toby Froud y dirigida por Jim Henson. EUA, 1986. La escena, en http://youtu.be/yr5eVMav0cs.

9“Lo no-ideológico en tanto que verdad”, Espai en blanc 7-8, Barcelona, 2010.

10http://vimeo.com/93101269.

11 Decíamos Franco Ingrassia y Manuel Núñez: “La subjetividad egoica parece no ver la ‘magia’ del vínculo con otros en su potencia de salida creativa del malestar sino en su poder de aumento del confort.” (“Hipótesis sobre el afectivismo”: http://es.scribd.com/doc/23504422/Hipotesis-Sobre-El-Afectivismo)

12Ver Bifo, “Infotrabajo y producción”, Generación post-alfa, Tinta Limón, Buenos Aires, 2007.

13Bauman, ob. cit.

14Alessandro Baricco, Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación, Anagrama, Barcelona, 2008.

16“Gustear” o “likear” se emplean para denotar la acción que cliquea “me gusta”.

17 Hupert, El bienestar… ob. cit.

18 Tiqqun, Teoría del bloom, Melusina, Barcelona, 2005.

19 “Criterios de participación y autogestión del Bachillerato Popular Alberto Chejolan”, Buenos Aires, sin fecha (circa 2013). El documento, una extensa explicitación de criterios y reglas para el trabajo en ese Bachillerato autogestionado, inicia con las líneas citadas.

20 II Foro de Intercambio de Experiencias de Comunicación en Cooperativas “Comun(ic)axión”, Córdoba, 14/11/2012.

21 Franco Ingrassia, La socialidad, Hekht, Buenos Aires, 2013.

22 Este párrafo combina comentarios del colectivo La Ventana, que trabaja en una escuela de oficios en su grupo de Facebook (24/5/14).

23 Liliana Grandal y María Antonieta Pezo, “La co-coordinación como dispositivo de transmisión”, XX Congreso de FLAPAG, Buenos Aires, 2013.

25 Cf. Corea y Lewkowicz, Pedagogía del aburrido, Paidós, Buenos Aires, 2004.

26  “Los trending topics… sirven para organizar tuits sobre un tema concreto en Twitter.” Significa “tendencia” o “tema del momento”. Su forma de organizar, sin embargo, es personalizable por cada usuario. (Wikipedia.org)

27 “Post Scriptum sobre las sociedades de control”, en Conversaciones, Pre-Textos, Valencia, 1996.

28 Generación post-alfa, cit.

 

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