"¿Cuándo fue que los judíos dejaron de comer arenque y comenzaron a comer salmón ahumado?" Gerardo Freideles.[1] Una postal-portal
La institución sólida se ha desvanecido; en el hueco que quedó, algo toma forma –no sabemos por cuánto tiempo–: la interfaz.
Han pasado ya 7 u 8 añitos desde que el proyecto Yok salió a la calle y, al parecer, algunas de las preguntas que nos planteaba entonces la fluidificación del judaísmo han comenzado a responderse históricamente (por ejemplo, a través del proyecto Yok). La pregunta que parecería estar siendo respondida –no sabemos por cuánto tiempo– es aquella por las formaciones comunitarias judías. La institución sólida se ha desvanecido; en el hueco que quedó, toma forma la interfaz. Ese hueco no es necesariamente el mismo punto geográfico y esta forma no va necesariamente a quedar instituida, pero, por lo pronto, funciona.[2] Es lo que, en condiciones fluidas, las prácticas fluidas –judías y no solo judías– están practicando.
Cuando digo “responderse históricamente”, digo sencillamente que se empiezan a responder empíricamente, sin un plan previo ni recomendación halájica. Cuando digo históricamente, digo “con los recursos que la época pone a disposición y que la época va inventando”, lo cual incluye, por supuesto, diagnósticos, planes, pensamientos conscientes, inclinaciones espontáneas de los actores de la época, derivas involuntarias, resonancias imprevistas, como así también prácticas más o menos fácticas y/o más o menos ‘simbólicas’ que sencillamente se dan, de hecho, sin plan, deliberación previa ni coordinación alguna. Digo “entretejido de realidades”, con o sin fines inmanentes de las prácticas que se van entretejiendo, pero sin fines trascendentes de un arquitecto suprahistórico.
Cuando uno habla de institución, uno piensa algo muy básico, al menos en principio: a) las instituciones duran, y b) las instituciones tienen puerta de entrada. Una institución es algo destinado a permanecer y una institución es algo cuyo recorrido es, más o menos, previsible (cómo se entra, cómo se sale, cómo se asciende, cómo se es recibido o expulsado, etc.). Ambas condiciones son extrañas en estos tiempos. En el Rosh Hashaná Urbano de 2012, el proyecto Yok ha ostentado una cierta capacidad de aglutinar prácticas judías sin necesidad de recurrir ni a la duración garantizada ni al recorrido prestablecido: a) el evento dura una tarde y se ‘repite’ (modificado, por supuesto) una vez al año (dos, si incluimos el Pésaj Urbano); b) esta vez se extendió por dos cuadras y media plaza y se podía acceder a él por cualquier punto (no tenía nada parecido a una puerta de entrada) y se podía ‘navegar’ por los puestos y actividades según derivaran los antojos, los consumos y los contactos; de la ingesta de unos knishes se podía pasar a la compra de un imán para heladera a encontrarse con Violeta o Carlos y probar un bursht vegano y acompañar a Débora y su familia a ver el recitalito para luego irse antes de que termine para no perderse el stand up de Freideles… rebotando como una bola de un flipper que un poco puede elegir.
Por otra parte, es ya un lugar común entre los judíos no-ortodoxos decir que el judaísmo no es una realidad monolítica ni mucho menos, sino plural y diversa. Pero cuando se dice esto, en ese lugar común se está diciendo que hay muchas instituciones o muchas corrientes de pensamiento o, incluso, de tradición distintas, por ejemplo, las diferentes corrientes ortodoxas con sus instituciones y templos, las diferentes corrientes ortodoxas, las conservadoras, la reformista, las laicas, las ateas, las sionistas territoriales, las sionistas no territoriales, las israelistas no sionistas, las antisionistas… la enumeración sería infinita. Pero este Rosh Hashaná Urbano[3] ha mostrado que el pluralismo actual del judaísmo no es una diversidad de corrientes y/o instituciones, sino la imposibilidad de que la diversidad se agrupe por corrientes, tradiciones, instituciones o lo que sea; estamos hablando no ya de que hay diversos grupos, sino de que hay diversísimos elementos que no se agrupan en grupos, no necesariamente, al menos, y, cuando lo hacen, no lo hacen al modo institucional del siglo XX. Lo hacen al modo de proyectos o de emprendimientos (“comidas Esther”, portal-agrupación-proyecto Plural Jai, “proyecto Yok”, “Club de la Biblia”, puestos de venta de shofares o de adornos para el hogar o de accesorios para la dama, puesto de merchandising de Yok, lubavitchers poniendo tefilim, dibujante ofreciendo taller de dibujo para niños, etc., etc.) que ese día en ese lugar se conectan –y otro día en otro lugar tal vez sí, tal vez no.
Ha comenzado el siglo XXI y Yok muestra y propone, proactivamente, que el judaísmo no se vive ya de manera sólidamente comunitaria, tampoco necesariamente de manera líquidamente desperdigada y solitaria, sino a través de conexiones contingentes que, como en Internet, dibujan recorridos aleatorios y fugaces que toman significados imaginal, evanescentemente. El Rosh Hashaná Urbano o el Pésaj Urbano se han convertido en interfaces que ocasionan que esas conexiones aleatorias ocurran. Una pregunta es si los judíos sueltos deberemos conectarnos aleatoriamente, es decir, consumir judaísmo más o menos proactivamente (cual “prosumidores”), o podremos, colectivamente, aprovechar estas interfaces como plataformas de otro tipo de colectividad.
Pero veamos otro caso, pues la interfaz es una tendencia global de lo que propongo llamar “segunda fluidez”.[4] Encontré en yoktime.com (interfaz internética de Yok) una recomendación del sitio JUMP (sigla inglesa para “lugar urbano de encuentro judío”). La interfaz Jump se describe a sí misma como una “red social y un hub comunitario”[5] (interfaz internética y física a la vez). Fue fundada en 2007 en Toronto y se presenta como “un ambiente abierto y receptivo para que jóvenes profesionales de entre 22 y 34 descubran su identidad judía a través de oportunidades excitantes e innovadoras” (subrayado mío) como viajes, voluntariado, salas de estar, blogs, eventos y diferentes programas. En breve: no ostenta antigüedad ni construcción programada de la subjetividad (o recorridos prestablecidos) sino derivas aleatorias entre estímulos puntuales (oportunidades) y efímeros (excitan en tanto innovan) que solo podrás recibir, si se te antoja y cuando se te antoje, si sos profesional, durante doce años de tu larga vida (la forma sólida de la institución no toleraba estas segmentaciones ni aquellas intermitencias).
Abreviando: 1) la interfaz es algo que no está garantizado que permanezca (y más bien, está garantizado que, mientras dura, cambia); 2) la diversidad es algo que ya no es interinstitucional, sino intrainstitucional (aquí, por supuesto, institucional es un atavismo del lenguaje y habría que decir “intrainterfácico”); una diversidad que es, incluso, intraindividual, pues, a diferencia de la institución, la interfaz no se representa a sí misma como un todo coherente y no dispone operadores de homogeneización; 3) la interfaz como estación de paso (cual portal de internet o cual estación de tren) para una cantidad de recorridos que no tienen curso prestablecido. Podríamos agregar 4) la interfaz no aspira a ligar sólidamente los elementos que la globalización ha dejado sueltos[6] sino a conectarlos rápida y fugazmente sin necesidad de adscribirlos; promueve conexiones socioculturales según uno u otro punto de compatibilidad (lo judío, por caso) pero no instituye vínculos según añosos procesos de disciplinamiento. La interfaz no instituye ni destituye: astituye.[7]
¿Significa todo esto que la interfaz ferial y eventual es la forma definitiva de la comunidad judía líquida? Nada es definitivo en la historia, y además, en la época fluida, solo ‘permanece’ lo que se reinventa. ¿Pero la interfaz ferial es la forma predominante de organización de las comunidades fluidas? No: también hay interfaces no feriales sino solo eventuales, como las cenas de juventud de la B’nai B’rith, e interfaces más duraderas, como las escuelas privadas judías, así como instituciones religiosas en crisis o pujantes cual empresas, así como interfaces virtuales, y una larga variedad de formas que buscan concentrar flujos muy diferentes en condiciones muy variadas y no pueden a ser subsumidas en ninguna –ni siquiera la estatal, ni aun la virtual. Los judíos las recorren de modo contingente, según lo más variados criterios y albures. ¿O debiéramos decir que los judíos las navegan?, ¿que respiran con branquias de Google?:
“Me pregunto si Google es un fenómeno circunscripto, relacionado con un instrumento tecnológicamente novísimo, la red, y esencialmente relegado a ese ámbito. Y sé que la respuesta es no: con las branquias de Google a estas alturas respira ya un montón de gente, con los ordenadores apagados, en cualquier momento de sus días.”[8]
Si una forma predomina es la reticular recombinación precaria de formas precarias. La incógnita es qué subjetividad o subjetividades judías se están configurando.
[1] Monólogo de stand up en el Rosh Hashaná Urbano organizado por Yok, Buenos Aires, 9 de septiembre de 2012.
[2] A esta ‘institucionalidad’ precaria propongo llamarla astitución (v. El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo y El Bienestar en la cultura y otras composiciones precarias. Sondeos en la segunda fluidez, publicados en 2011 y 2012 por Pie de los Hechos en Buenos Aires).
[3] Es ciertamente incómodo leer mayúsculas iniciales en tres palabras seguidas. Si mantengo la incomodidad, es para resaltar que se trata de la marca con que se ha titulado el evento, que Rosh Hashaná Urbano no es sinónimo de año nuevo judío, y que el año nuevo judío es una indeterminación que puede determinarse según otras prácticas.
[4] El bienestar en la cultura…, cit.
[5] “A social network and community hub”; www.jumponline.ca/about/the-organization/what-is-jump. Hub significa clásicamente “centro de actividad”, pero actualmente refiere en general a un dispositivo de hardware que, como un nodo, permite reunir los cables de una red y ampliarla. Una buena y aceptada traducción es “concentrador”. En estos tiempos se pueden concentrar flujos, mas no centralizarlos.
[6] Ver “La marca judía: Del sentido heredado al sentido nuestro”.
[7] Ver El bienestar en la cultura…, cap. 5: “La astitución”.
[8] A. Baricco, Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación, Anagrama, Barcelona, 2008.