Apuntes sobre «orden sin autoridad»

Apuntes sobre «Orden sin Autoridad»

«Orden sin autoridad» no es un concepto acabado, quizá tampoco sea una noción. Quizás, a lo sumo, sea una pregunta. La pregunta es lo que quiero desarrollar para presentar la noción “orden sin autoridad”.

Los atributos de la autoridad clásica son los siguientes y ya no se cumplen. Tiene legitimidad y produce reconocimiento mutuo, funciona en base a mandatos expresos, funciona con una voz de orden “exterior”, es o funciona como un Tercero que manda o arbitra y que reconoce o demanda, totaliza una dispersión sobre la que manda o arbitra, representa a una fuente de legitimidad exterior al campo sobre el que manda, representa al mismo tiempo -en el caso de la autoridad política- al autor-persona que delegó en ella el rol de la autoridad, es una persona-máscara (un actor, diría Hobbes, sea una persona o un concejo, sea un cuerpo humano o una Civitas), es una institución o duración, es única en su campo de influencia, unifica la dispersión que representa. Además, resuelve las dificultades del vivir juntos (lo hace posible, dice Revault), supone que una voluntad la obedece (hay una renuncia consciente a reaccionar, dice Kojève). Por último, es una relación asimétrica con lugares previos. Por otra parte, obtiene su obediencia sin recurso a la fuerza física; la obtiene a pura legitimidad, a puro reconocimiento. Tampoco conviene dejar de decir que habilita (autoriza) al polo subalterno de la relación a entrar en el mundo común y a hacer cosas allí. Estos aatributos no se cumplen porque las condiciones históricas no los pueden brindar o asegurar o instituir.

Esta lista de los atributos de la autoridad clásica son una integración de las lecturas de Arendt, Revault d’Allonnes, Kojève, Hobbes, Weber y P. M. Rodríguez-F. Costa. O sea, es una definición filosófica de la autoridad. Aquí se abren dos o tres consideraciones.

Primera consideración. El orden sin autoridad es mucho menos que un concepto. Es un sintagma que quiere denotar dos constataciones. Por un lado, constatamos que no se cumplen los requisitos de la autoridad clásica; por otro lado, constatamos que hay orden. Y constatamos una cosa más: en el orden contemporáneo hay anhelo de la autoridad clásica; anhelo de eso que evitaba los desbordes a la subjetividad (no los desbordes al orden, sino a la subjetividad). Constatamos también que ese anhelo tiene un efecto ordenador, policíaco; contribuye al engorramiento general.

Segunda consideración. En el mundo contemporáneo, o bien la autoridad no se constata, o bien la autoridad está mal definida. Ese conjunto de atributos es el de la autoridad clásica, en su versión antigua y en su versión moderna. Es imposible cumplimentar esos atributos hoy, en las condiciones contemporáneas: sobre todo, por imposibilidad de trascendencias precedentes, pero también por crisis de la representación y por una temporalidad que desconoce la duración. Entonces bien: ¿y si hoy autoridad fuera otra cosa? ¿si tuviéramos que investigarlo y redefinirlo según lo que muestren las prácticas? Porque parece imposible que no se estén dando asimetrías y que el polo subalterno de las asimetrías no esté reconociendo al polo encumbrado cierto saber o preeminencia sobre ciertos asuntos; parece imposible que no se estén dando asimetrías y que el polo subalterno de las asimetrías no esté dejándose conminar por el polo encumbrado o accediendo a la demanda de éste. Un médico y un paciente, un padre y un hijo, un docente y un alumno, un juez y un policía, una directora y una maestra, un jefe y un empleado, incluso en relaciones que podrían parecer horizontales como entre dos amigos, dos pasajeros de colectivo o dos compañeros de trabajo o dos miembros de un equipo de trabajo. También parece imposible que no se esté dando una habilitación del polo subalterno por parte del polo encumbrado (el trabajador más nuevo, ¿no se siente habilitado por lo que el trabajador más antiguo acaba de enseñarle?, ¿y un hermano menor, por el hermano mayor? Quizás sí, quizás no…) Necesitamos investigar cómo se dan prácticamente, situacionalmente, las asimetrías, las conminaciones, las demandas, los reconocimientos asimétricos y definir la autoridad y la autorización contemporáneas a partir de eso, de las prácticas.

Entonces, o bien la autoridad no se constata, o bien la autoridad que no se constata es la clásica, y se constatan otra u otras, y necesitamos definir autoridad ya no de forma filosófica o jurídica sino de forma situacional, histórica. En este sentido, el “orden sin autoridad” es “orden sin autoridad clásica”.

Tercera consideración. Es innegable que en este mundo se obtiene orden sin dar órdenes:

“Las tomas [de colegios secundarios] no serán legalmente impedidas ni abiertamente reprimidas, sino hábilmente desarmadas apelando a desterrar las ansias de descontento y las tentativas de juntarse a pensar los malestares y las ganas de otras cosas… cada familia deberá hacerse cargo de los costos de los “daños” producidos en el escenario de una toma.
“Los conflictos inherentes a la escuela deberán replegarse al ámbito de la «responsabilidad» de los particulares, no ya inoculando morales de orden ni apelando a la alianza entre estado y comunidad, sino corroyendo las subjetividades mediante la amenaza del pago.

“La lógica descarnada del capital encontró un nuevo rostro para activar la parálisis. Ni la expulsión, ni las amonestaciones ni otra coartada disciplinaria. La culpa se paga literalmente con lo único que cuenta o que se cuenta. Las familias se vuelven eventuales deudoras de los ocasionales daños generados por sus hijos.”[1]

Se ve aquí una de las tantas formas en que se consigue orden sin apelar a la conciencia, sin interpelación a las conciencias. Pero también es innegable que hay zonas de la vida social donde no funcionan los automatismos inmanentes cibernéticos o los signos asignificantes como el dinero. Hay zonas donde los sentidos siguen siendo necesarios para la subjetivación de los homo sapiens. Esos sentidos no pueden apoyar en trascendencias como las que producía y reproducía el Estado-nación, es cierto, pero de alguna manera operan. Entonces debemos decir, primero, que el orden sin autoridad se combina con zonas donde hay ordenamientos con autoridad, con asimetrías entre las personas. Pero debemos decir también, inmediatamente, que estas zonas donde hay ordenamientos con autoridad son precarias, exhiben ordenamientos precarios, provisorios.

[1] Silvia Duschatzky en https://www.pagina12.com.ar/128893-toma-y-daca

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