Sobre la diferencia entre estudiar y pensar lo judío
Los estudios judaicos nos permiten saber muchísimas cosas. Es asombrosa la cantidad de cosas que sabemos a través de ellos. Por ejemplo, se está estudiando el tema de los judíos de origen polaco en Argentina entre la década del cuarenta y la del cincuenta. Se sabe bastante de la historia de la educación judía en esas décadas. Sabemos sobre la lengua judeoespañola, sabemos cómo usan el ídish hoy los semihablantes de ídish para identificarse. Hay finos análisis sobre la influencia del Talmud en Freud y hasta se sabe cuántos verbos ídish vienen del hebreo, cuántos no, o la diferencia entre el concepto de divinidad de Buber y de un Lubavitch, etcétera.
¿Para qué sirve saber todo esto y tantas cosas más? Para muchos, simplemente para saberlo. También, simplemente para ampliar la visión de lo judío a zonas desconocidas (es decir, también es para saberlo). Otras veces, para recuperar cosas que de otra manera quedarían en el olvido, y tener, como dicen, una visión más afinada de lo que ha sido el judaísmo a lo largo del tiempo. Son formas de saber, son formas de representarse lo judío y de reproducirlo de modo simple o ampliado.
¿Qué otra estrategia puede servirse de saber tanto sobre lo judaico? Siquiera, para comenzar, una que no busque saber tanto. Para continuar, saber todo eso debería servirnos para “tarear”, si se me permite inventar este verbo, para generarnos, para devenir generación, para inventar la diferencia específica de nuestro estar judío hoy, por comparación y diferenciación de otras situaciones judías, por distanciamiento y habitación, por diálogo, o por el procedimiento que fuere. Enterarse de otras situaciones judías también sirve para determinar una tarea, y ver si hace falta, por ejemplo, pero solo si se lo hace en tren de pensamiento. Si se lo hace en tren de saber o informarse, solo sirve para saber o informarse, pero no para constituir “tarealmente” subjetividad judía.[1]
Sujeto de cultura u objeto de estudio
Cuando algo está desapareciendo, entra en las universidades.
Elisa Cohen de Chervonagura
Si los judíos son objeto de estudio no pueden ser sujeto de cultura. Si seguimos a Cohen de Chervonagura, entonces habría que invertir el orden de la frase y decir cuando los judíos dejan de ser sujeto de cultura, pasan a ser objeto de estudio. El empuje que están teniendo desde hace algunas décadas los estudios judaicos se debe a la extinción de las producciones judías. “¿Dónde está lo creativo del judaísmo?”, pregunta Daniel Barenboim, y agrega: “No lo veo”. Justamente por esto, porque el judaísmo no crea, es que se puede estudiar lo judío: porque ha devenido objeto, materia inerte.