[Es la primera vez que posteo un texto de otro autor en
este blog. Ocurre que me ha conmovido irremediablemente.
Agradezco a Ari Pakman por traducirlo y permitirme postearlo]
Por Martin Buber
Si me hubiesen preguntado en mi juventud temprana, si preferiría tener trato sólo con hombres o sólo con libros, me habría pronunciado, por cierto, a favor de éstos últimos. Más tarde, esto ha cambiado cada vez más. No es que haya tenido mejores experiencias con hombres que con libros. Por el contrario, libros agradables todavía se cruzan en mi camino más frecuentemente que hombres agradables. Pero las muchas malas experiencias con los hombres han alimentado la médula de mi vida como el más precioso libro no podría, y las buenas han hecho para mí de la tierra un jardín. Frente a lo cual, ningún libro puede lograr hacer por mí, más que alejarme a un paraíso de los altos espíritus, en donde mi corazón más íntimo nunca olvida, que allí no se me es dado permanecer por mucho; pero tampoco puede siquiera desear que eso me fuese dado. Pues (debo decirlo ya, para ser comprendido), mi más íntimo corazón ama al mundo más que al espíritu. Por cierto, no estoy a la altura de la vida con el mundo tal como yo quisiera. Fallo una y otra vez en el trato con él, una y otra vez quedo en deuda respecto a lo que de mí él espera. Y esto, en parte, debido a que estoy tan aprisionado al espíritu.
Aprisionado estoy a él tal como, en cierto modo, lo estoy a mí mismo. Pero a él no lo amo, de igual manera que realmente no me amo. Realmente no amo a éste de aquí, que me ha tomado con su manota celestial y me sostiene firme, sino al mundo, aquél del otro lado, que una y otra vez viene hacia mí y me alcanza unos dedos. Ambos tienen regalos para dar. Éste me entrega su maná, los libros. Aquel tiene preparado para mí a los hombres, un pan moreno, en cuya corteza rompo mis dientes y del cual nunca me sacio. ¡Ay, estos cabezas huecas y buenos para nada, cómo los amo!
Yo venero a los libros -aquellos que realmente leo- mucho más de lo que podría amarlos. Pero en los hombres más dignos de veneración, sigo obteniendo algo más para amar que para venerar, algo más todavía de este mundo que está justamente aquí, tal como el espíritu nunca puede estarlo. Por cierto, éste se yergue por sobre mí y «es», pero no está aquí. Poderoso se yergue por sobre mí y pronuncia, hacia mí, hacia abajo, sus solemnes sentencias, los libros. ¡Qué imponente! ¡Qué incómodo! Aquél sin embargo, el mundo humano, necesita sólo su sonrisa muda para sonreír. Y sin él no puedo vivir.
Mudo es aquél mundo, pues todo el parloteo de los hombres no entrega ninguna palabra como aquella que, de vez en cuando, resuena desde los libros. Y yo tolero todo el parloteo, para poder sentir el mutismo que atraviesa el mutismo de la criatura. ¡Pero justamente de la criatura humana! Y esto quiere decir, de lo mezclado. Los libros son puros, los hombres, mezclados. Los libros son espíritu y palabra, espíritu puro y palabra depurada. Los hombres están armados de parloteo y de mutismo. Y el mutismo no es el del animal, sino el del hombre. Y mira, desde el mutismo del hombre, por detrás del parloteo, sale a tu encuentro el espíritu, el espíritu en cuanto alma. Esta, esta es la amada.
Hay una prueba que no engaña. Imagínate un comienzo, en el cual estuvieras solo, totalmente solo sobre la tierra, y pudieras recibir uno de los dos, libros u hombres. Escucho bien a algunos ensalzar su soledad, pero eso lo logran, justamente porque hay hombres sobre la tierra, aunque sea en la distancia.
No supe de libros cuando salí del regazo de mi madre, y quiero morir sin libros, con la mano de un hombre en la mía. Ahora, desde luego que cierro cada tanto la puerta de mi cuarto y me entrego a algún libro, pero solamente porque puedo reabrir la puerta, y un hombre alza su vista hacia mí.
En 1947 Martín Buber (1878-1965) escibió este breve y hermoso ensayo, ocupándose él mismo de hacer imprimir copias que repartió entre sus amigos. El texto -recogido luego en su recopilación de fragmentos autobiográficos «Begegnung» (encuentro)- es un testimonio de las búsquedas que ocuparon a Buber durante una gran parte de su vida: el tránsito de su inquietud mística juvenil, solitaria e individual, a la experiencias del encuentro con el hombre y con el mundo como momento intrínseco a la realidad última; el abandono de la palabra clara, fácil y estética, por aquella que se enuncia difícil, pero viva en el diálogo verdadero.
Traducido por Ari Pakman de «Bucher und Menschen» en Martin Buber, Begegnung, W. Kohlhammer Verlag, Stuttgart, 1961.