La expresión es una contraoperación de la operatoria imaginal, pero no es anti-imaginal. Va más allá de lo imaginal sin abolirlo. Pues lo imaginal es condición de la expresión. La expresión procede en ciertas condiciones. No es un alma pura expresándose, sino un encuentro singular. El encuentro que se expresa en la expresión ocurre en ciertas condiciones, y son condiciones de segunda fluidez, o de precariedad, o imaginales.
Por eso, la expresión no esquiva lo imaginal ni lo cancela. Lo que hace el dispositivo expresivo es condicionar el modo en que el dispositivo imaginal lo condiciona.
Por ejemplo, cuando un meme nos hace reír, cuando nos hace sentir que revela algo, es una expresión que procede en condiciones imaginales. Otro ejemplo; cuando hablo del Algarrobo Abuelo en mi blog o en una videoconferencia de zoom, y allí muestro la imagen de la pintura de Beatriz Ramírez, ocurre la expresión de mi encuentro singular con el árbol y Ramírez, y ocurre entre la imaginería de la dispersión, no contra lo imaginal. La expresión, en este sentido, no es lo opuesto de la imaginalización, sino un más-allá como los descriptos en Esto no es una institución, un dispositivo que toma la operatoria dominante (allí, la astitucional, aquí la imaginal) como plataforma de una contraoperación. La expresión no es anti-imaginal sino un plus entre lo imaginal.
Y esto es así porque la dinámica imaginal, para entablar nuestra relación con los signos, es una condición y no una determinación. La condición, a diferencia de la determinación, deja un margen para la contingencia. Y, si esa contingencia llega a ser una expresión, entonces llega a ser una singularización respecto de la imaginal dinámica dominante.
Si la dinámica imaginal opera una desingularización, es superada cada vez que un encuentro halla expresión, cada vez que, gracias a un uso subjetivo de signos, se torna perceptible y expande sus efectos gracias a eso.
