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En una sola plaza en una tarde sola pudimos ver cómo funciona la imagen contemporánea para el sujeto contemporáneo y no sólo la imagen judía para los judíos contemporáneos.
Decimos que en la sociedad contemporánea todo es imagen.[2] ¿Qué es una imagen hoy? Una imagen es un elemento que circula sin articulación discursiva con otros elementos. Y es por esto que la imagen puede ser un texto o cualquier otro “contenido”, como les dicen ahora, y no sólo las imágenes en sentido estricto. Es su no-articulación lo que hace de cualquier signo una imagen.
Me avivé de esto paseando por el autodenominado Rosh Hashaná Urbano que realizó la organización Yok en Plaza Armenia el domingo pasado. Allí, bajo el eslogan “judaísmo a tu manera”, uno podía consumir merchandising judío (remeras, tazas, comida, libros, etcétera); podía ver fotos y pinturas; podía ver y oír música judía o de grupos judíos; podía escuchar charlas de humoristas judíos y también de un rabino.
El evento estaba organizado como un paseo a través de doce estaciones llamadas Celebración, Responsabilidad, Vida, etcétera. Cada estación contaba con un cartel con el número y el nombre de la estación, y un breve texto que desarrollaba la idea que pretendidamente contenía el nombre. Una que se llamaba Creación, por ejemplo; tenía un texto que invocaba un mandato de la creación y de la sensibilidad: búsqueda de lo bello, lo justo, lo poético, etcétera. Y había una mesa con materiales para realizar actividades plásticas (decorar manzanitas de cartón o telgopor y escribir en ellas algún buen deseo de año nuevo).
No recuerdo si la parte más ferial del evento tenía algún nombre o cartel, pero estaban todos los puestos con todo el merchandising que acabo de mencionar, así como un puesto de helados Frigor y diferentes buzones de Correo Argentino (una de las empresas auspiciantes del evento que brindaba la posibilidad de enviar postales de salutación por el año nuevo judío a cualquier parte del mundo gratuitamente). Estas postales las proveían los organizadores y se notaba que tenían un fuerte trabajo de diseño, de creativos pensando cómo graficar con originalidad los motivos de año nuevo judeoargentinos. Así, por ejemplo, en una de estas postales había un gaucho tomando mate en un shofar con una leyenda que decía “mate amargo, año dulce.” O una remera roja con la cara del Che Guevara y una leyenda que decía “moishevique” (mezcla de Moisés y Bolchevique) u otra que decía “orgullo goy”, u otra que decía “plagas delivery, 3000 años de experiencia, sábados off”. Todas estas remeras y postales son en sí mismas recombinaciones de otras imágenes (la postal del gaucho, por caso, recombinaba las imágenes de una bombilla y de un cuerno ritual).
No se trataba de representar articuladamente a todos, sino de que cada uno adoptara la imagen que más le complacía en lo que a gustos judeoargentinos se refiere. También uno podía comprar libros. Los había de comics judíos y los había más intelectualosos pero también de divulgación como el de Bernardo Sorj Judaísmo para todos.
“Judaísmo para todos”, que bien podría parecer el lema general de Yok, no es lo mismo que “judaísmo para un todo.” Se trata no de un espacio que se convierte en lugar porque todos nos homogeneicemos, sino de una dispersión de elementos identificatorios singulares. Éste es el sentido práctico del eslogan de yok: judaísmo a tu manera. Es lo que se oye habitualmente, cada vez más, en cualquier charla coloquial sobre qué es judaísmo. Hay tantos judaísmos como judíos. Esta dispersión de judaísmos, esta dispersión de identificaciones es la que quiere promover Yok al esparcir motivos. Yok es rigurosamente un espacio de esparcimiento. “Judaísmo para todos”: el judaísmo nos esparce y se esparce; da para todo.
A medida que continuaba mi paseo iba viendo los diferentes textos de las diferentes estaciones, me hubiera gustado escuchar las charlas de los humoristas y el rabino, pero no pude. De todas maneras, me pregunté cuál es la relación entre estos textos (incluiría las charlas como textos) y todo el merchandising y todas las actividades propuestas en este evento. El primer reflejo es decir que lo que se dice en los textos representa lo que se hace, y acto seguido decir que hay un desacople entre representaciones y prácticas, entre lo que se dice de lo que se hace y lo que se hace. Me parece más activo, sin embargo, no suponer que los textos se postulan como representación de lo que se hace, sino como algunas de las tantas imágenes de sí mismo que el consumidor judío puede adoptar. Uno más de los tantos motivos identificatorios que Yok –pero deberíamos hablar del mundo imaginal de hoy en general– esparce por ahí. Verlo así es no sólo más activo, sino más fiel a los hechos, dado que los textos no se postulaban a sí mismos como representando lo que de hecho pasaba allí, ni lo que pasaba allí en el evento pretendía ser consecuente con lo expresado en los textos, ni cada una de las cosas que pasaba se sometía a ninguna exigencia de estar coherentemente articulada con otras. Por decir una desarticulación cualquiera, que no es necesariamente contradicción, la advocación de la búsqueda de justicia tan tradicionalmente judía no le hacía mella al emplazamiento del evento en un barrio tan copetudo como Palermo o al emplazamiento ferial donde de lo que se trata es de consumir, comprar.
En breve, Yok ofrece motivos aislados, desarticulados, fragmentos de identificación a recombinar a gusto del consumidor para judíos sin comunidad. Esto es, judíos aislados, solitarios, quizá desligados de una representación que los fije.
En una sola plaza pudimos ver cómo funciona la imagen contemporánea para el sujeto contemporáneo y no sólo la imagen judía para los judíos contemporáneos.
Una parte fundamental de la operación imaginalizadora de lo judío (digo: la que lo torna imagen, o imaginería) consiste en fragmentarlo, en celularizarlo. Desarticular sus elementos para que cada uno sea tomable aisladamente a gusto del consumidor y combinado con otros, también a gusto del consumidor, para que cada judío haga judaísmo a su manera, para que cada uno haga su propio cóctel. Por ejemplo, si uno tuviera que tomar el ídish en bloque probablemente uno no lo aprendería, pero si puede comprar una tacita que dice “Bobe te quiero” el ingrediente ídish entra al cóctel, y así con el ingrediente hebreo, el ingrediente Rosh Hashaná mismo, o el que sea, incluidas las palabras lindas, éticas y líricas que estaban en las estaciones.
Como nos enseña Franco Berardi en Generación Post Alfa, la celularización es condición de la introducibilidad en la red. Por ejemplo, para que una escena entre en internet debe convertirse en bytes; para que algo entre en el “sistema” educativo debe fragmentarse como “contenido” o “capacitación”; para que un trabajador entre en un empleo debe poder ser contratado no como persona sino por unidades de tiempo;[3] etc. Así la red, a diferencia de la pirámide, permite la recombinación según la estrategia que sea –de consumo, de ganancia, de identidad. Es decir, la red –modelo del relacionamiento social fluido– permite una recombinación ad hoc, mientras que la pirámide –modelo del relacionamiento social sólido– sólo admite la asunción doctrinaria, orgánica, de bloques más o menos completos, más o menos homogéneos, más o menos puros, claros y distintos de judaísmo, de nacionalidad o de lo que sea.
En otras palabras, la celularización y su circulación reticular permiten que tomar el judaísmo no conlleve tomar un discurso, no acarree integrar sus dispositivos, sino que invite a escoger sus imágenes, es decir sus elementos aislados, desarticulados. Esta desarticulación y esa invitación constituyen la mismísima operación de imaginalización. Si el judaísmo, o la argentinidad o el zen o lo que sea, no se imaginaliza, permanece como discurso y sólo como discurso puede ser adoptado. Si, en cambio, se imaginaliza, muta en producto circulable[4] y como tal puede invitar seductoramente a ser consumido: como tal puede publicitarse.
Cuando hay red, no hay canon discursivo. Y tampoco hay una institución. Institución y canon son dispositivos piramidales, y las pirámides requieren disciplina, requieren prácticas disciplinadas: No admitirían, por ejemplo, que tu celebración de año nuevo judío se limite a pasear por una feria de merchandising judío y que a la vez no celebrés el día del perdón y que ni siquiera te reunás a cenar en la noche de año nuevo. La red, la feria, la celularización de los motivos judíos, su publicitación, la imaginalización de lo judío sí lo admite. Y no sólo lo admite, sino que lo estimula, lo facilita, lo potencia.
[1] Publicado por primera vez en Judaísmo líquido. Multiculturalismo y judíos solitarios, Biblos, Buenos Aires, 2014. Info sobre este libro en www.pablohupert.com.ar/index.php/libros/libro-judaismo-liquido/
[2] Lo venimos pensando en nuestro taller Pensar la fluidez y otros ámbitos. Se puede oír la conferencia «Égida de la imagen» o leer el texto «Solo las imágenes» o los posteos bajo la etiqueta www.pablohupert.com.ar/index.php/tag/imaginal/.
[3] «El ciberespacio de la producción global es una inmensa extensión de tiempo humano despersonalizado, celularizado y recombinable. En la producción industrial, el tiempo de trabajo abstracto era personificado por un portador físico y judídico, incorporado en un trabajador de carne y hueso, con una identidad registrada y política. En la esfera del info-trabajo no hay más necesidad de comprar una persona ocho horas al día todos los días. El capital no recluta mas personas, sino que compra paquetes de tiempo, separados de su portador ocasional e intercambiable. […]
«El capital quiere tener absoluta libertad de moverse por cada lugar del mundo para encontrar el fragmento de tiempo humano en disposición de ser explotado por el salario más miserable. A tal fin, pone en movimiento una búsqueda continua, puntual, fragmentaria, fractalizada, celularizada. Va a la búsqueda del fragmento de trabajo que pueda ser explotado al costo más bajo, lo captura, lo usa y lo tira. El tiempo de trabajo es fractalizado, es decir, reducido a fragmentos mínimos recomponibles, y la fractalización vuelve posible, para el capital, una constante búsqueda de las condiciones de mínimo salario. La persona del trabajador es jurídicamente libre, pero su tiempo es esclavo. Su tiempo no le pertenece, porque está a disposición del ciberespacio productivo recombinante. Esclavismo celular.» (Berardi, Generación post-alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, Tinta Limón, Buenos Aires, 2007, pp. 91-2)
[4] Sobre el carácter clave de la circulabilidad en la fluidez, ver “¿Política judía?”, en https://www.pablohupert.com.ar/index.php/politica-judia-los-judios-la-subjetivacion-y-la-humanidad/.