Hay dos formas de entender la potencia. Hasta ahora pensaba que una de esas dos formas era incorrecta. Ahora me doy cuenta de que las dos son correctas y que depende del campo del que estemos hablando. Una forma de entender potencia es como potencialidad, pasaje al acto de lo que estaba en potencia, es decir, como la germinación previsible de una semilla. Así, por ejemplo, un analfabeto aprende a leer y a escribir y ahí está desarrollando su potencia. Un pibe aprende una nueva gambeta que le enseña el profesor de la escuelita de fútbol y ahí está desarrollando su potencia, una deportista fortalece los músculos que el entrenamiento le ejercita y ahí está desarrollando su potencia, una voleibolista practica cierta forma de rematar en cooperación con su equipo y cuando esa forma de rematar, esa forma de cooperar con su equipo, es aplicada en una competencia, desarrolla su potencia y así sucesivamente. Pero en todos estos casos en que la potencialidad se desarrolla o la semilla germina, lo que no hay es invención, no hay creación.
Y aquí viene la segunda forma de entender potencia. Una forma más radical y más deseable, es la potencia como el advenir de un acto sin que haya estado en potencia antes. El advenir de algo que no se sabía que se podía pero no que no lo sabía el chaboncito que lo experimentó y sí lo sabía su maestro o entrenador, o su padre, o su madre, sino que no lo sabía nadie, nadie de la situación al menos. Un estudiante de cine, recombinando las técnicas que aprendió en sus estudios, crea un corto que no se había creado; un escritor encuentra una formulación conceptual que no estaba en el conjunto de las ejercitaciones de Lengua que tuvo en su primaria y secundaria, un poeta o pintor crea una imagen que no estaba en germen en los pomos de pintura ni en las palabras del diccionario. Vamos, Borges escribe su obra, la multitud corea “que se vayan todos”, Maradona o Messi hacen una jugada imprevisible sencillamente considerada imposible (o, mejor dicho, no considerada antes). Etc., etc.
En fin, es en este advenir acto de lo que no estuvo en potencia, en este carácter acontecimental del despliegue de la potencia, donde hay más radicalidad, donde hay producción. En el despliegue de la potencia a partir de un germen más que invención hay desarrollo, más que producción hay reproducción ampliada, más que revolución, evolución. Ahora bien, creo que en el campo educativo, en el campo del crecimiento, en el campo donde las facultades bioantropológicas del ser humano tienen que encontrar su verificación, como por ejemplo la facultad del lenguaje o también la facultad de trabajar, de formar una familia, de conseguir un trabajo, hay una experiencia de la potencia, una experiencia del crecimiento, que es potente y que no se puede descartar, que no se puede desechar o tachar por el solo hecho de que no sea inventivo el proceso. Sí hay que tener claro que ese es un campo y que si une es un docente o padre/madre, une tiene que hacer que las potencialidades, las fuerzas que están en potencia, pasen al acto. Y ese es un camino político, es un camino potente; no es un camino moral, es un camino ético. Pero cuando estamos entre adultos, cuando estamos entre iguales que no sabemos, el campo es otro, no es el educativo, no es el de la verificación de las facultades bioantropológicas de la especie humana y ahí lo potente es la invención, el advenir de lo no sabido, donde se verifica la inteligencia y no una facultad que estuviera antes en potencia.