Demandificación en el trabajo sanitario

por María Cruz López Maisonnave y Pablo Hupert

Pensar en diálogo. Desde la teoría a los sentires en la práctica, y desde estos a poder pensar/se con herramientas conceptuales que nos permitan problematizar/nos. ¿Qué pasa con lxs trabajadorxs en tiempos en que la demanda es inagotable? Una demanda que sólo admite, o pareciera admitir, respuestas. Fábrica de respuestas. Fiebre de respuestas.

Encuentros que permiten pensarse… y entonces aparecen algunos sentidos posibles para las afectaciones que tenemos como trabajadorxs. 

C cuenta que la noción de demandificación le puso nombre a cosas que viene viviendo en su trabajo. Desarrolla su tarea como psicóloga en un CAPS (Centro de Atención Primaria de la Salud) de una zona vulnerable de Mar del Plata. Refiere, por un lado, que el wasap ha convertido el trabajo en una especie de “guardia pasiva permanente”. Recibe consultas y pedidos a toda hora los siete días de la semana. Sumado a esto la configuración de profesionales en el área programática presenta cierta particularidad. La cantidad de profesionales que tienen como objetivo la detección y derivación es mucho más grande que quienes llevan adelante tratamientos. Muchas instituciones tienen psicólogues o gabinetes de orientación que recomiendan psicoterapia, pero pocas tienen atención psicológica (como el CAPS de ella). Lo mismo sucede con fonoaudiología, psicopedagogía, etc. Entonces, un área como el área en la que ella trabaja, tiene una serie de jardines, primarias, secundarias con profesionales cuya tarea específica no es la de realizar abordajes terapéuticos sino recomendarlos (derivar hacia el CAPS de C). (Pero llevar adelante un tratamiento o una evaluación requiere de tiempo y periodicidad: no es una única entrevista, es abrir la posibilidad de encuentros periódicos sostenidos en el tiempo.) Se arma así un escenario donde se reciben pedidos desde múltiples instituciones, sumadas a las que se producen porque los mismos usuarios así lo realizan, con pocas posibilidades de armar una correspondencia estricta pedido-respuesta. 

Lo mismo se puede situar para los adultos con el ámbito jurídico. Desde el patronato de liberados se “manda” a los sujetos a tratamientos; en las mediaciones de los tribunales de familia se ordena que los adultos y lxs niñxs involucradxs hagan tratamiento psicológico. Cada vez que hay una medida de abrigo se obliga a los adultos a hacer tratamiento. Muchas veces estos pedidos tienen incluso plazos que los derivados deben cumplir (“presentar un turno en no más de cinco días hábiles”), esta modalidad burocratiza el espacio psicoterapéutico convirtiéndolo en un trámite a cumplir. Se subvierte la significación del espacio (ya no es espacio de generación de pregunta y de sentido) y lo más importante pasa a ser la emisión de un certificado que dé cuenta de la asistencia. 

Entonces se hace necesario pensar la demanda, ya que ésta no viene solamente de aquel que porta un padecimiento y consulta, sino también como demanda interna de profesionales del propio CAPS, o se precipita desde instituciones varias, jefes o coordinador. Pero sobre todo, porque un tratamiento psicológico no es algo que se realiza sobre alguien, no es una práctica que se pueda llevar adelante con un sujeto en posición pasiva. La psicoterapia requiere de un sujeto activo y comprometido con su padecimiento… que porte una pregunta que lo implique, ¿qué tengo yo que ver con esto?¿por qué me vuelvo a ubicar en el mismo lugar? Esto nos invita a problematizar la significación que estamos produciendo acerca de esta modalidad de trabajo que consiste en atender demandas febrilmente. 

C comparte que la única respuesta que parece configurarse como una respuesta posible es dar turnos. Al tiempo que “el turno” se va configurando como lo imposible de dar/administrar/sostener. Se trata de una demanda de turnos -no tanto demanda de un espacio de elaboración de cuestiones vitales. O sea, no se busca un espacio de problematización de la vida sino que se demanda una atención-solución.

En Esto no es una institución, la noción de demandificación tenía un sentido distinto al que le dio el relato de C (aunque complementario). Allí era la configuración de un problema nuestro como demanda de otro (un otro con minúscula: “ellos”, “los vulnerables”, “los pacientes”, etc.), que en vez de requerir pensamiento y tarea colectivos requiere atención o asistencia de parte una astitución (una institución fluida). En este sentido, es despotenciador, pues nos quita la posibilidad de configurar nosotrxs el problema que tenemos y de encarar/crear/inventar las tareas que requiere o incluso desplegar nuestro deseo conjunto al respecto. La demandificación nos da el poder de reclamar satisfacción de la demanda (o las demandas, pues siempre es más de una). Y poder, como sabemos, se opone a potencia. La astitución y su demandificación nos convierte en sujetos reclamadores de satisfacción de una carencia tipificada desde arriba, o en atendedores de esa demanda, y no en sujetos pensadores o configuradores de su problema conjunto. En el CFP 24, por caso, el problema del trabajo tal como lo trabajan elles se configura como una cuestión de inteligencia colectiva para poner en juego lo aprendido en los cursos del cfp y sobre todo los vínculos tejidos en ellos, y no en demanda de empleo o de plan social.

Con el relato de C, la demandificación se convierte al mismo tiempo en esa dinámica astitucional que tiñe todo el trabajo de un agente de salud (aunque podría ser otro agente de cualquier astitución, estatal o no) de asistencia o atención a demandas. Los términos del “problema” vienen dados, y no hay nada que pensar ni desear (salvo la satisfacción prometida, siempre acicateada por la insatisfacción, pues la atención es siempre imperfecta y limitada, insuficiente). Que los términos del “problema” ya vengan dados implica que los posibles abordajes están ya conformados. Tienen su forma propia. C nos cuenta que se siente aplastada, tironeada: “nada de lo que haga alcanza”. 

Cuando desde el psicoanálisis se piensa la dialéctica de la demanda y el deseo, lo que se plantea es que el deseo es sólo posible más allá de la demanda. Si el único circuito posible es responder a la demanda se hace imposible ir más allá de esta. Pensar que la demanda se puede satisfacer nos deja en el plano de la necesidad, no produce ningún cambio, sino que paraliza en un circuito sin fin: demanda – respuesta. 

Entonces no hay nada que pensar ni desear por dos cosas.

  • Una es esta conversión masiva del trabajo en atención o asistencia (en salud, eso significa dar turnos, y la astitución deviene un turnero), así como la conversión del espacio temporal del turno en trámite, recomendado o mandado por la escuela o el hospital o el juzgado que derivaron.
  • Otra es la automatización de la subjetividad que se atiende o atiende en las astituciones: no hay tiempo para pensar. Hay que responder. Así, por ejemplo, ella cuenta que se reúne con gente de una escuela para ver qué dispositivos de abordaje pueden montarse para trabajar la problemática de un niñe, llegan a un acuerdo, y al momento están preguntando “cuándo lo atendés” (pidiendo turno).  Nos relata que le ha pasado en más de una oportunidad que se reúne con las instituciones y que esa misma tarde o en los días posteriores le piden un informe. Pacientes e instituciones piden respuesta: no alcanza el encuentro, lo pensado en conjunto, lo dialogado… Hay que dejar algo tangible: un turno, un informe (que no son tangibles tanto en la subjetividad atendida como en los vericuetos burocráticos-contables de la astitución: son algo que se puede contabilizar gracias a cumplir con un formato). Así, la demandificación del trabajo es a la vez una “respuestificación”: todo el trabajo sanitario se reduce a responder. No hay tiempo ni dinámica para otra cosa, y hay solo unas vías ya preestablecidas por las cuales esa respuesta puede tomar cuerpo. No hay lugar para la creatividad, para la pausa, para la problematización. 

Le comentamos a C que, en el espacio donde la conocimos (el Encuentro Marplatense de Configuraciones vinculares y Análisis institucional, del cual era co-organizadora), ella funcionaba de otra manera: con tiempo para la reflexión. La diferencia es que allí ella era parte de un equipo, mientras que en su astitución (el CAPS) ella está sola frente a las demandas. Ella nos explica que un equipo tiene otra temporalidad, crea los momentos para pensar la formulación de los problemas y de las tareas. Lo significativo de nuestro encuentro con C es que podía contarnos sus diferentes funcionamientos en ámbitos institucionales distintos.

Seguimos viendo que la astitución nos captura en sus automatismos -nos despotencia- no sólo tiñendo de demanda el trabajo sino también aislándonos -tiñendo de soledad toda la tarea. Es astitución porque,  con su fluidez, desarticula lo común, como ya habíamos visto en esta entrevista. Pero aquí lo palpamos de una manera muy tangible: C no puede armar equipo ni con sus colegas del CAPS ni con les docentes de sus pacientes ni con lxs letradxs porque tiene que atender demandas -que en realidad no son demandas sino problemas a formular pero formateados como demanda (demanda de turnos).

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2 comentarios sobre “Demandificación en el trabajo sanitario

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